Para que el país crezca y se desarrolle se necesita inversión privada nacional y extranjera, sin ella cualquier proyecto económico fracasará. Un tropiezo puede costar décadas de crecimiento como sucedió ya en el pasado.
Tomemos como ejemplo el tren en el Istmo de Tehuantepec, que puede unir al Océano Pacífico con el Golfo de México. Un tren y dos puertos modernos podrían competir en logística con el Canal de Panamá. El nuevo Gobierno invitó a expertos extranjeros para su diseño. A diferencia del proyecto de la refinería de Dos Bocas o el del Tren Maya, un tren rápido en el Istmo podría ser una inversión muy rentable para el país.
La idea del presidente Andrés Manuel López Obrador es no permitir la inversión extranjera en esa infraestructura. En todo caso sería inversión pública o de mexicanos. Es un reencuentro con el nacionalismo económico de los años setenta.
Larry Fink, el director de la firma Blackrock, la empresa que más dinero de fondos administra en el mundo, ofreció invertir en el proyecto del Istmo. Un símbolo de confianza en el país.
Despreciar la aportación de capitales extranjeros no tiene sentido en un mundo globalizado, y menos hacerlo en proyectos de infraestructura. Veamos:
Los últimos meses el peso se mantiene estable gracias a los flujos de inversión en bonos soberanos, la diferencia en las tasas de interés hace que los extranjeros inviertan en México con sólo apretar una orden desde sus casas administradoras de fondos. Ese dinero busca el mayor rendimiento en el corto plazo y cambia de lugar con la velocidad y la dirección de los vientos económicos mundiales. Si mañana hay un pequeño temblor en la economía de Estados Unidos (ni siquiera en la de México), el dinero volará hacia bonos del Tesoro norteamericano. El peso se devaluaría de inmediato. En cambio la inversión en infraestructura o en empresas tiene un efecto multiplicador para la economía y los capitales nacionales y extranjeros. No pueden moverse con el movimiento de una tecla. ¿Quién podría llevarse un tren o una termoeléctrica, quién podría mover generadores eólicos de un día para otro cuando hay compromisos firmados con el Gobierno? Ni siquiera los bancos extranjeros pueden llevarse todas sus utilidades si la ley lo prohíbe.
Si revisamos la historia, vemos que ningún país prosperó en el Siglo XX sin la participación de inversiones extranjeras multinacionales. Ni Estados Unidos al principio con sus trenes ni China al final con sus industrias.
La retórica del sexenio que inicia es acabar con el “neoliberalismo”. Imposible hacerlo sin destruir la economía. El Gobierno no cuenta con los recursos ni el tamaño para ser el motor del crecimiento y menos cuando decide repartir recursos en gasto corriente y financiar obras sin rentabilidad. O peor, cuando destruye proyectos de alta rentabilidad para el futuro como Texcoco.
El capital, cuando se invierte en infraestructura pertenece al país en el que se usa, si tiene leyes sólidas y funcionales, las utilidades son las que se reparten. México está lleno de inversiones extranjeras que producen empleo y prosperidad, desde la banca hasta la industria automotriz. A Blackrock o a cualquier empresa se le deben abrir las puertas. México necesita inversión de donde venga. Mientras nosotros pongamos las reglas, las utilidades de esas empresas generarán empleo, impuestos y desarrollo. La alternativa es Venezuela, toda una desgracia.