Jesús Blancornelas fue uno de los fundadores del semanario Zeta Tijuana. Reportero, editor y directivo de un medio, en los tiempos de la cerrazón, el autoritarismo, la manipulación y el chantaje más álgidos del sistema jurásico del PRI.
Muchos tuvimos la suerte de leerlo en las páginas de este periódico.
Sus columnas, particularmente sobre temas relacionados con asuntos de crimen organizado, y en particular con el cártel de los hermanos Arellano Félix, evidenciaba su audacia, contactos, valentía y pasión por el oficio.
Según recuerdo, por lo que leía hace al menos dos décadas, no tengo memoria de victimización alguna de su parte por los atentados de los que fue objeto él, individualmente, o los editores de la casa que fundó. Y eso que murió (asesinaron) gente.
Si le interesa el tema, le recomiendo buscar la historia sobre ese periodista, uno de los que inspiran y hacen honor a un oficio tan desacreditado y atacado en los últimos tiempos. También le recomiendo leer sus libros e incluso ver la serie Tijuana, de Netflix, aunque con reservas, porque le confieso que a mí no me gustó tanto (aunque eso sí, pintan a Jorge Hank Rhon, dueño de Grupo Caliente, de una forma es-pec-ta-cu-lar).
¿Qué tiene que ver Jesús Blancornelas con la victimización del gremio periodístico?, NADA.
Y le voy a contar algo: Blancornelas podría haber encabezado marchas, firmado MILES de desplegados o armar numeritos innumerables en video, plazas públicas o lo que se le hubiera ocurrido. “Dar papaya”, como dicen los colombianos. Pero resulta que vivía bajo el resguardo del Ejército, porque por su trabajo, realmente había muchos interesados en mandarlo tres metros bajo tierra, pero se “entretenía” trabajando y respondiendo mails a personas como quien esto escribe, siendo estudiante, contando anécdotas y ofreciendo consejos y guía a quienes soñaban con seguir sus pasos, evidentemente, guardando las proporciones.
Pero estamos en 2019, y la sensatez, ética y si me apura, la prudencia, entereza y hombría (en el buen sentido), de Blancornelas, ya no existe.
O como diría uno de los verdaderos periodistas que quedan en este país: “¿se trata de pensar lo que se dice o decir lo que se piensa?”. Es una gran diferencia, y cuando usted como lector comprenda esa diferencia, valorará esa delgada línea.
En esta época, lo que reina es la victimización: “me hackearon la página”, “me voltearon a ver feo”, “el presidente dijo que soy un maiceado”, “AMLO la trae contra mí, “Calderón me mandó golpear, “Peña me censuró”. Y todo puede ser verdad. Quizá todo lo sea.
Lo que no entiende la gente que trabaja para que usted esté informado, como lo entendió Blancornelas, es que lo más importante es el hecho, no el mensajero. Lo más relevante es la información, no el canal. Lo indispensable es la materia prima, siempre.
El fin, antes que el medio. El objetivo antes que el protagonismo.
Y las consecuencias las paga usted, que difunde en sus grupos de WhatsApp algo que quizá no es verdad, pero que le compartió su esposo, tía o hijo. Y el problema es que vivimos confrontados y lo seguiremos estando, porque lo más importante ya no es el hecho sino lo famoso que pueda llegar a ser quien de origen generó esa información.
Si usted no conocía a Jesús Blancornelas hasta leer esta columna, tendré un poco de razón, porque su apuesta no era ser famoso, era informar. Pobre hombre tan iluso. Cómo nos hacen falta periodistas como esos en esta época de víctimas. No sabe lo bien que le haría a usted, como lector.
El autor es Director Editorial de Quinto Poder y colaborador de am en la Ciudad de México.
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