Helio Jaguaribe recién fallecido politólogo brasileño- escribía en los años ochenta (en el libro “Crecimiento y desarrollo económico”, texto que es muy probable haya leído en la UNAM el presidente López Obrador), la diferencia entre crecimiento y desarrollo económico. Su texto, publicado en México por el Fondo de Cultura Económica, establecía esta diferencia conceptual, pues desde el enfoque económico neo-keynesiano, propio del presidente AMLO, Jaguaribe aclaraba que el crecimiento se refiere solamente al incremento de indicadores como el PIB (Producto Interno Bruto), en tanto que el desarrollo, describe una armónica distribución de los beneficios de la economía en todos los niveles sociales.
Sucede que esta semana, el Inegi confirma que la economía mexicana está detenida; que, en el periodo de abril a junio, el crecimiento del PIB fue cero. El presidente AMLO, nuevamente descalifica al Inegi en las métricas mundialmente aceptadas sobre medición de la economía como el PIB, e insiste en que hoy, a diferencia de antes, la gente tiene mayor bienestar, con riqueza mejor distribuida y es, en general, más feliz. La felicidad, aunque es difícil de medir, se ha sido valuada por el mismo INEGI y el Reporte Mundial de Felicidad de la ONU.
Esos “otros datos”, los obtendrá quizá, de su corazón, o de sus sentimientos, o de sus giras, o de su contacto con la gente, pero no usa datos objetivos, Él utiliza, de hecho, la palabra “siento”, a pesar de que los especialistas del Inegi establecen que la economía debe medirse con números “duros”, es decir, con aquellos que son propios de los sistemas universalmente aceptados. Sabemos que el PIB (Producto Interno Bruto) es la suma del consumo, la inversión, el ahorro y la balanza comercial de una colectividad, y se compara contra el periodo anterior. Y si bien es cierto que indicadores como el IDH (Índice de Desarrollo Humano) de la ONU se refieren al PIB por persona, a la esperanza de vida y al nivel de escolaridad, no hay manera técnica, objetiva, empírica, para confirmar lo que dice el Presidente, pues de acuerdo al Inegi, la economía está detenida, sin crecimiento.
Me parece que ahora, AMLO acorralado por la realidad, y sabiendo que la economía falla, insiste en decir que todos los demás están equivocados. Lo que es cierto, es que el crecimiento económico en México no se ha reflejado, -siendo aún éste mínimo-, en una distribución de la riqueza. Indicadores como el de Gini muestran que la brecha entre ricos y pobres ha aumentado con la economía de corte neoliberal. El neokeynesianismo ha prometido -al igual que el socialismo-, eliminar o reducir esas escandalosas diferencias. Pero las experiencias populistas en América Latina, la más reciente, la de Venezuela, mostraron que el “Estado benefactor” cuando descuida la generación de la riqueza y se enfoca en la repartición, termina por acabar con el aparato productivo.
Esto quiere decir que el Gobierno federal y el presidente AMLO, deberían enfocarse en su discurso y en los hechos -por medio del presupuesto 2020- en que el País salga de la recesión económica. Es cierto que además del factor interno de la política económica del Presidente, se suma el factor externo por la recesión global, la incertidumbre de los mercados y la guerra comercial chino norteamericana. También no se puede evitar reconocer que en una economía mexicana todavía capitalista- con políticas ahora neokeynesianas como las busca la 4T, la inercia es tan grande que todavía el dinamismo del mercado opera.
En México escasamente la tercera parte de la economía se explica por la inversión pública; las dos terceras partes restantes son inversión privada nacional y extranjera y éstas tienen una enorme desconfianza hacia el presidente López Obrador por las medidas de política económica que ha tomado. Es de reconocer que nuestro Presidente ha denunciado (incluso ofendido) a los grandes capitales que entienden el crecimiento solamente como el provecho de particulares que olvidan considerar el bien mayor que son las mayorías. Pero debería lograr, más allá de su temperamento colérico y ofensivo, recordar que es Presidente de todos y que es un arte difícil pero necesario, lograr la concordia con los grandes capitales.
Aunque el fin es el desarrollo económico como decía Jaguaribe, el medio es el crecimiento. Sin éste, sin PIB, sin generación de riqueza, sin impuestos, no habrá recursos sociales para que reparta el Presidente por las calles. Sin crecimiento no hay desarrollo económico. Tendrá que modificar su discurso evitar decir que tiene “otros datos” y frente al atorón en el crecimiento, convocar a todos, para salir del crecimiento cero.
* Director de la Universidad Meridiano