El destino no tiene caminos señalados, ni el futuro puede predecirse, sólo construirse. México está a punto de encontrar el venero más grande de su historia, casi por casualidad, por rebote de la guerra comercial entre China y Estados Unidos.
Peter Navarro es un economista de la Universidad de California dedicado al estudio de China y su relación comercial con Estados Unidos. Escribió un libro llamado “Death by China” o “Muerte por China”. Ahí describe un panorama negro para su país, donde los orientales destruyen los empleos manufactureros de Estados Unidos, roban los secretos comerciales y al final someterían militarmente a su país si se les permite hacerlo.
Donald Trump lo contrató como asesor de la Casa Blanca y hoy es el principal instigador de la guerra comercial con China. Su dureza de “halcón” (así les llaman a los radicales nacionalistas), parecía una barrera infranqueable para otros países, incluido México. En contrapunto los vientos del conflicto con China lo hacen mirar al sur como parte de la solución a sus problemas.
A principio de semana declara a la cadena CNBC sobre las posibilidades de concretar el T-MEC o Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá: “Son del 100 por ciento” y augura una espera máxima de 60 días para su firma.
Con el nuevo tratado habrá mayor integración regional y la oportunidad para la industria manufacturera nacional de recibir inversiones sin límite de todo el mundo. Quien quiera entrar al mercado norteamericano lo podrá hacer desde México.
Una paradoja para la ideología de la actual administración. Seremos más neoliberales; tendremos las puertas abiertas al mercado más grande del mundo como ahora, pero con la seguridad de la permanencia.
Marcelo Ebrard, quien se apunta desde ya para suceder en 2024 a Andrés Manuel López Obrador, conoce el escenario. El país no saldrá adelante por la explotación del petróleo, ni por el turismo en tierras Maya, ni por la refinación de gasolina.Si ya somos una potencia exportadora, habremos de doblar la apuesta al invento generado en la mente brillante del innombrable Carlos Salinas de Gortari hace 25 años. Ampliado a todo el mundo por el mejor presidente de México, Ernesto Zedillo.
No podemos apostarle al mercado interno ni a los trapiches o los tlacoyos. La solución del sexenio llegará del exterior, ese territorio desconocido para la actual administración. Todas las miradas de los empresarios tendrán su objetivo en el norte; el éxito vendrá para quien entienda el negocio de exportar.
Mientras en China hay una estampida de inversionistas norteamericanos y europeos, México y en particular Guanajuato, deben luchar por atraerlos. Si algún día China se convirtió en la fábrica del mundo, nosotros podemos ser la de Norteamérica.
Los enemigos del neoliberalismo no tendrán argumento alguno para objetar el uso de toda nuestra energía, creatividad y capacidad de emprendimiento para exportar.
La noticia en voz de Peter Navarro da el banderazo de inicio a una gran sociedad de largo plazo con Estados Unidos y Canadá. Eso ayuda a espantar los espíritus pesimistas por la errática política económica interna. México no será Venezuela; las instituciones resistirán; el liberalismo seguirá siendo garantía de un futuro mejor.