Los ingleses tienen conceptos sofisticados para explicar la política, para describir el trabajo de quienes preparan textos, discursos e ideas para defenderse en el Parlamento. Hace algunos años un reportero de Reuters comentaba la labor de los “spin doctors”, los doctores del retruécano, del giro, podríamos traducirlo.

El concepto parecía alambicado y difícil de comprender. Con la mañanera eso cambió. Ahora nos acostumbramos a escuchar siempre un giro, una derivación del tema para justificar cualquier fracaso o problema. Los “spin doctors” de la Presidencia tienen un arsenal de respuestas ante cualquier crisis o fracaso. 

El incendio político de Culiacán por la soltura del hijo de “El Chapo” Guzmán, de ser un fracaso en la ejecución, se convierte en un éxito, en “la diferencia con los otros gobiernos”.

El domingo el presidente Andrés Manuel López Obrador dice: “Tomamos una decisión humana”. Cierto, de no haber liberado a Ovidio Guzmán, la catástrofe se hubiera convertido en el peor infierno, mucho mayor que Ayotzinapa o  cualquiera otra que recordemos. El costo para la nueva Administración hubiera sido cien veces mayor.

Sé que mucha gente no está de acuerdo en la liberación de Guzmán, piensan que le faltaron agallas al Gobierno para cumplir con la ley. Otros pensamos que fue la mejor decisión ante las circunstancias. Bien dice López Obrador, valen más las vidas de quienes estaban amenazados (los soldados y sus familias) que la captura de uno de los sucesores de “El Chapo”. 

En contrapunto, no se puede decir que el problema haya quedado resuelto. Por el contrario, hubo muertos y una población abrumada que descubrió el verdadero poder del narco. El daño político y moral al Ejército no debe descontarse. Desde la Revolución de 1910 no recordamos una refriega donde una fuerza civil haya derrotado al Ejército Mexicano, al grado de ceder ante sus demandas. Será una marca histórica.

La tesis del Presidente de atacar las causas de la violencia y la criminalidad en el país sin usar la violencia es una visión parcial. México visto en números objetivos, en datos ciertos, nunca había tenido mejores condiciones de vida a pesar de todo. Hay pobreza en el 50% de la población y pobreza extrema en zonas periféricas de nuestras ciudades y en estados del sur, pero antes era peor. La esperanza de vida, el consumo por habitante, los años de educación promedio y el acceso a la salud y a las oportunidades de trabajo que tenemos hoy no las teníamos hace 50 años. A pesar de eso no existía la violencia y el índice de asesinatos dolosos que hoy tenemos.

El tráfico de drogas cambió todo.

Sus derivaciones como el huachicol, el tráfico de personas y la extorsión se añaden al problema. Para sustituir el ingreso de cientos de miles de mexicanos que viven mucho mejor que la media no bastará mejorar las condiciones del resto, asunto que tomará décadas. ¿Cómo convencer a un campesino de Guerrero en cambiar su lucrativo negocio de sembrar amapola por cualquier otro cultivo? Nada superaría su ingreso, ni siquiera una cosecha de aguacate.

El lado flaco de la estrategia de no usar la violencia en contra de la violencia, sería que los violentos la seguirán usando contra grupos rivales y en muchas ocasiones contra el Ejército, la Guardia Nacional o la población civil, como sucedió en Culiacán.

Si de algo vale la lección, revisemos el pasado de Colombia y cómo combatió la violencia que era la mayor del mundo. (Continuará)

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