El centro político se derrumba con la polarización que vivimos este domingo. Las dos manifestaciones son muestra de la distancia creciente entre quienes apoyan sin la menor crítica o reflexión a la nueva Administración y los detractores que gritan “fuera El Peje” en el Paseo de la Reforma.

Las redes sociales amplifican esa distancia donde sólo hay blanco y negro. Con el tiempo el resultado puede ser fatal para el país. Al tiempo la tendencia marcará un desgaste creciente del Gobierno y su diseño unipersonal alrededor de Andrés Manuel López Obrador. Si hoy el apoyo ronda entre el 60 y el 70% de los ciudadanos, en un año la cifra puede ser 50/50.

En su discurso de ayer el presidente Andrés Manuel López Obrador sigue cobrando cuentas al pasado, en particular al ex presidente Felipe Calderón. Un discurso que se agotará pronto si no hay buenos resultados en la seguridad pública y la economía en el segundo año.

Lastima la falta de crecimiento económico pero más la sensación de inseguridad en la mayoría de los estados. Si la nueva Administración permanece en la ruta del primer año no habrá punto de inflexión en la violencia. El vacío de poder ante el crimen organizado hará del 2019 el año más violento en la historia desde la Revolución. El 2020 puede ser peor.

Puede culparse a Calderón y a Peña Nieto del desastre pasado, pero si la tendencia no cambia, quiere decir que la estrategia no funciona. Lo mismo sucede con la economía, cuyas expectativas de crecimiento se desplomaron a medida que transcurrían los meses. Al principio se garantizaba al menos un 2%, incluso hubo una apuesta pública por parte del Presidente en contra de los analistas económicos. La perdió.

¿Qué tanto afectó el discurso mañanero y el lenguaje de confrontación desde el poder?

Hay quienes justifican el ajuste de cuentas verbal como una forma de fortalecer a la base de votantes de Morena que llevaron al poder a AMLO. Creen que mantener un discurso de agresión permanente ayuda. Un ejemplo de esa estrategia de sostener el discurso fue la de Fidel Castro durante 50 años, acusando al “imperio norteamericano” de todas las desgracias de Cuba. En la mente de los isleños aislados (redundancia necesaria) sólo existían las razones del dictador en su incontenible verborrea. Cuba sigue hundida en la desesperanza, la inmovilidad y, peor aún, en el pasado.

En México, el pasado sólo puede ser un enemigo temporal porque somos una sociedad abierta y protegida aún por instituciones. En la pluralidad descansa nuestra democracia; sus valores no podrán ser desechados a menos que se intente la reelección. La marcha opositora de ayer fue mayor que la anterior y con el tiempo crecerá en la medida que apriete más el proyecto, planeado o no, de la discordia nacional. Pensar que Calderón y los imaginarios conservadores sigan siendo culpables de todas nuestras desgracias es una apuesta equivocada. La campaña terminó en julio del 2018.

El mismo método usado por AMLO para llegar al poder puede ser la fórmula del futuro para sus detractores: repetir una y otra vez que la corrupción no termina, la violencia crece y los resultados prometidos no se ven. Como lo vivió el PAN, como lo constató el PRI, el poder nunca es para siempre.

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