Finalmente la orden de los Legionarios de Cristo dieron su versión de los abusos de Marcial Maciel y otros sacerdotes. Nunca podremos saber cuánto de cierto tienen las cifras porque ya en el pasado hubo esfuerzos desmedidos para minimizar los crímenes dentro de la organización católica.
Según el reporte, “desde 1941 hasta la actualidad, 175 menores fueron víctimas de abusos sexuales cometidos por 33 sacerdotes de la congregación. Este número se incluyen, al menos, 60 menores abusados por Marcial Maciel”.
La clave está en “al menos”, donde podría haber decenas más de víctimas del abusador criminal. Con el tiempo, alguna investigación independiente podría dar la medida correcta de una organización cuyas normas impedían la denuncia y permitían la impunidad absoluta.
Pero hay otra lista de abusos de la orden, no tan estridentes como los abusos sexuales de Maciel y otros 33 sacerdotes pederastas. Lo narra muy bien Elena Sada, perteneciente a una de las familias más prominentes de Monterrey.
En su libro “Blackbird”, recorre el camino de 18 años en la organización RC o “Regnum Christi”, brazo femenino de la orden formado por “señoritas consagradas”. Sada estuvo entregada a la Legión donde experimentó el viaje, desde de la ilusión de una familia apegada a la orden, hasta su escape de un convento en Estados Unidos. Ella había llegado a ser líder en el reclutamiento de mujeres jóvenes para la orden.
Con el paso de los años se dio cuenta de las mentiras e injusticias que vivían bajo el mando de Maciel. Las señoritas consagradas sufrían en la pobreza, dedicadas al monasterio y a la vida célibe bajo la promesa de dones divinos. Sus familiares cedían fortunas en efectivo y en bienes a la Legión para la construcción de escuelas, seminarios y, ahora lo sabemos, la riqueza acumulada por Maciel. Lo terrible del asunto es que no sólo exprimían sus fortunas, sino les quitaban la libertad y la felicidad de vivir. En casos extremos el abuso llegaba al grado de impedirles gozar del contacto con su familia.
De gente cercana recuerdo dos casos. Un ejecutivo de bienes raíces quería unir a su familia con motivo del matrimonio de un hijo. La hija consagrada de quien no puedo decir su nombre por respeto a la privacidad vivía en Roma.
Pidieron permiso para que viniera a la boda de su hermano. No la dejaron viajar. Entonces el padre decidió que sería bueno hacer la boda en Roma, así estarían todos juntos. Cuál fue su sorpresa que tampoco en Roma le permitieron salir del convento. Un abuso inaudito.
En Guadalajara un doctor sufría de cáncer y estaba en el lecho de muerte. Su hija, que vivía en otra ciudad bajo el yugo de la orden, pedía verlo. No se lo permitían, hasta que el abuelo, quien era un buen donante, los amenazó de no darles un peso más.
El engaño era sencillo: las consagradas pertenecían a Cristo a través de la Legión. Nada ni nadie podía ser más importante.
Muchas señoritas consagradas se dieron cuenta del abuso. Mientras Maciel vivía en la opulencia, tenía dos familias, mujer e hijos, ellas sacrificaban los mejores años de su vida en el vacío del celibato y la soledad alejadas de sus seres queridos. Un crimen más de Maciel.
(Continuará)