Tuvimos ya un año sin crecimiento económico, una verdadera desgracia para el futuro si las cosas no cambian pronto. Carlos Slim lo apunta con la claridad de su inteligencia numérica. Tenemos que invertir 5 pesos de cada cien en infraestructura.

Vamos para atrás en la construcción, el sector más dañado desde que se destruyó el proyecto del aeropuerto de Texcoco. En las gráficas del Inegi la curva descendente comienza en octubre del 2018. De ahí, una caída estrepitosa del 10%.

A la baja de la construcción sigue el inicio de una caída en la tasa de empleo porque el impacto de pegar ladrillos y construir infraestructura llega a muchas otras industrias. Subió el desempleo del 3.3 al 3.5%. Lo peor, se han perdido unos 24 mil empleos en la construcción en apenas 18 meses. Desde la crisis del 2009 no había un retroceso de esta magnitud. Con la diferencia que en 2010 vino un rebote y volvimos a crecer sin parar durante 9 años.

También en octubre el índice de actividad económica en general bajó 0.4%. Podemos llamarle atonía, recesión, caída o como queramos, el problema es el mismo: se pierden empleos y las expectativas de inversión se hunden. 

La causa la conocemos de sobra: miedo a las políticas públicas. Un día salen los empresarios y el presidente Andrés Manuel López Obrador a decir que hay compromisos por cientos de miles de millones. Al día siguiente cierran la puerta en Pemex a la participación de empresas privadas, y a las pocas semanas dan portazo en la CFE a los productores de energías limpias.

Caemos en un juego perverso. Los empresarios dicen que no tienen confianza y guardan su iniciativa y proyectos para “más adelante”. Con ello pierden oportunidades y, en conjunto, crean la situación que tanto temen. La llamada profecía que se cumple a sí misma (self-fulfilling prophecy).

El Gobierno pide inversión para crecer, pero legisla con medidas extremas que dañan la confianza como la ley de “extinción de dominio”, donde primero se venden bienes incautados sin juicio previo y luego averiguan. Como si fuera poco se espanta al consumidor que usa el crédito de su tarjeta. Se dice que el fisco hará cuentas de lo que declara el contribuyente contra su gasto personal. Eso lo podía hacer desde antes pero el efecto fiscalizador será negativo porque muchos van a guardar su crédito para “más adelante”. Podría disminuir más el consumo y con ello el crecimiento.

El mismo Gobierno retrasa la inversión en obra pública y planea proyectos de muy dudosa utilidad como el Tren Maya y la refinería de Dos Bocas. El subejercicio del gasto, normal en cualquier cambio de sexenio, se convierte en un verdadero problema para la nueva Administración. No sabemos si es porque no ejecutan pronto o porque de plano no hay fondos para invertir.
 

Slim dice que hay dinero de sobra en el mundo y debemos aprovecharlo. México es y será un gran lugar para invertir. Pero todo cambia si permanece la cantaleta en contra del neoliberalismo o los empresarios siguen entumidos con el “cuco” del miedo y desconfianza.
 

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