El proyecto del Zapotillo nació muerto desde su origen. Construir una presa -ya está prácticamente terminada-, traer agua de Jalisco, subirla 140 metros y mandarla por un ducto de 140 kilómetros para ponerla en León era una obra de entre 15 y 20 mil millones de pesos a valor presente.
Si el volumen a traer era de 3,500 litros por segundo – aproximadamente el consumo de León – cada litro requeriría una inversión de casi seis millones de pesos. Sólo la Federación podía financiarlo aunque nosotros tendríamos que pagar parte de la obra.
Lo que hace SAPAL para cubrir las necesidades es comprar pozos y derechos de agua a particulares. Una solución para lo urgente y no de largo plazo porque el acuífero se agota.
El problema es que el 85% del agua subterránea se utiliza para la agricultura y el 15% para zonas urbanas. Con un 10% que se optimice en el campo tendríamos muchos años para el crecimiento de León. La SAPAL y los leoneses hemos optimizado el consumo. Usamos casi la mitad por habitante de lo que hace 20 años. Con 136 litros por día por habitante somos una de las ciudades más eficientes. En la CDMX, donde cuesta más barata, llega a unos 250 litros.
Nuestro sistema de agua es una historia de éxito si lo comparamos con otras entidades. Cada mes los leoneses pagamos más de 200 millones de pesos por el servicio, y cuando se venden nuevos derechos de agua, la facturación puede llegar a 225 millones. Hasta el 2019 la paramunicipal había ahorrado 2 mil millones de pesos para “enfrentar” gastos del Zapotillo.
Siempre planteamos que era absurdo tener dinero ocioso y que mientras eran peras o manzanas, el Ayuntamiento debería aprovecharlo. Luego, cuando viniera la necesidad, podría regresarlo mediante un crédito. La virtud del ahorro puede ser contraproducente cuando se pierde el tiempo. Tan sólo este año la inflación del 6% y el alza en los materiales de construcción reducen su valor.
Ahora conviene tener un plan B. El más cercano, como dijimos, es comprar más derechos de agua, reciclar lo más que se pueda para uso industrial en parques y jardines, y eliminar la compraventa clandestina de pipas, un pecado social muy socorrido. Casi un deporte local. Todo un tema.
El problema de los últimos años es que las autoridades (los políticos) nos quisieron hacer creer, de tanto repetirlo, que la única solución era el agua del Zapotillo, hasta que despertamos a la realidad con las declaraciones del presidente López Obrador cuando dijo que estábamos fuera del proyecto. Entre las prioridades de la Federación nunca estuvo invertir 10 o 12 mil millones en la planta y el acueducto. Menos en la época de austericidio en que vivimos.
No está mal gritar que nos traicionó Enrique Alfaro, el gobernador de Jalisco. Que el presidente nos odia porque en León perdió hasta 10 a uno en casillas ULTRAPAN. Tampoco está de más explicarle a los contribuyentes del país que la Federación tiró a la basura 2 mil millones de pesos en adelantos. Podemos ver a cielo abierto la tubería expuesta a la intemperie que tal vez sólo sirva como fierro viejo.
Lo más grave es que perdimos el tiempo, ese que no tiene precio y nadie lo puede reponer, salvo gobernantes visionarios con sentido de urgencia y comprometidos con la construcción de acuerdos. Porque a Jalisco no le podemos embargar el agua que tenemos en convenios del Lerma-Chapala, ni podemos hacer nuevas represas y embalses sin autorización de la Comisión Nacional del Agua. (Continuará)