Hay un listado que contiene las peores inundaciones en México. Comienza en 1949, cuando intensas lluvias provocaron que los ríos Fuerte, Yaqui y Mayo se desbordaran. La crecida afectó a 159 mil personas. Se perdieron miles de cabezas de ganado. La presa Álvaro Obregón, que entonces se hallaba en construcción, quedó totalmente destruida. Las pérdidas se calcularon en más de 10 millones de dólares.

En 1955 los huracanes Gladys, Hilda y Janet devastaron Veracruz, Tamaulipas, San Luis Potosí, Yucatán y Quintana Roo. En las zonas bajas de Tampico el agua alcanzó 3.30 metros de altura.

En 1959 un ciclón conocido como el Ciclón de Manzanillo cayó sobre Colima y Jalisco. Dejó 1,500 muertos en unas horas.

En 1960 inundaciones provocadas por el desbordamiento de los ríos Yaqui, Fuerte, Mayo, Bavispe, Humaya, Tamazula, Culiacán y Papigóchic anegaron cerca de 60 comunidades. Según información recopilada por Conapred de cuyos estudios sobre las inundaciones he tomado estos datos, se perdieron 266 mil 550 hectáreas sembradas.

En 1976 el huracán Liza mató en Baja California a 600 personas. En 1982 el huracán Paul afectó a 256,800 pobladores. En 1988 el huracán Gilbert, con vientos de hasta 300 km/h, arrasó Yucatán, Quintana Roo, Campeche, Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila. Los daños se estimaron en 766 millones de dólares.

El huracán Diana llegó en 1990 y anegó Veracruz e Hidalgo. 139 personas perdieron la vida. En 1995 tres huracanes desataron inundaciones en Sonora, Sinaloa, Baja California Sur, Veracruz, Campeche, Quintana Roo y Tabasco: Los daños se valuaron en 418 millones de dólares.

Un daño semejante al que dejó dos años después, en Guerrero y Oaxaca, el huracán Pauline: 447 millones de dólares.

En 2005 llegó Wilma, el huracán más destructivo que ha golpeado México: inundó Cancún y dejó daños equivalentes a mil 752 millones de dólares.

En 2013 llegó Manuel. Su saldo: 123 muertos, un alud en la comunidad La Pintada, en Guerrero, más de 59 mil personas evacuadas y al menos 218 mil afectadas.

El  6 de septiembre, el Servicio Meteorológico Nacional dio aviso a Protección Civil y al gobernador de Hidalgo, Omar Fayad, sobre la presencia de lluvias intensas en la entidad.

Al mismo tiempo el río Tula comenzaba a crecer debido a la tromba que azotaba Ecatepec, en el Estado de México.

La noche del 6 de septiembre comenzó a llover con fuerza. Muy pronto vino el desbordamiento que dejaría anegadas al menos dos mil viviendas. La crecida alcanzó a la medianoche del día 7 al Hospital General de Zona Número 5 del IMSS. En 20 minutos el agua alcanzó metro y medio. Había 56 pacientes internados, la mitad por COVID-19. De pronto, todo quedó en tinieblas.

Había fallado el sistema de energía y también la planta auxiliar. Pronto se interrumpió el suministro de oxígeno: en ese instante, 17 enfermos de COVID murieron asfixiados en tanto el hospital se convertía en un caos.

El director del IMSS, Zoé Robledo, declaró que el instituto no fue advertido, ni oficial ni informalmente, sobre el peligro.

El gobernador Fayad sostuvo que la responsabilidad de emitir alertas e informar sobre “la gravedad de las lluvias y la magnitud de las afectaciones es de la Comisión Nacional del Agua”.

La tragedia de Tula, evacuada ayer y con más de 30 mil personas afectadas, figura ya en el listado de las peores inundaciones en México. Con un agravante: hubo muertes que se tuvieron que evitar y que otra vez, de nueva cuenta, no hay responsables. Otra vez, nadie se hace responsable: solo hay muertos. 

Como siempre, solo tenemos los muertos.

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