El engaño o el embuste consistió en asegurar que habían inventado una máquina de análisis de sangre que con la sola gota extraída de un dedo, se podrían detectar diversas enfermedades, desde la diabetes hasta el cáncer. Obviamente que el supuesto método infalible abriría grandes horizontes a la ciencia médica, a grado tal que la propia supuesta inventora llegó a manifestar que “habían reinventado la infraestructura tradicional de los laboratorios” y además, que su método eliminaba “la necesidad de que la gente tenga agujas clavadas en el brazo”. Nada más alejado de la realidad, cuando después de algunos años se descubrió la estafa.
Elizabeth Holmes era una estudiante de la Universidad Stanford a sus 19 años de edad cuando decidió abandonar los estudios y fundó la empresa “Theranos”, de Biotecnología; para ello contrató a su entonces novio o pareja sentimental Ramesh Balwani y de inmediato procedieron a promoverse. Para el primer año ya habían recaudado más de 700 millones de dólares de diversos inversores, valoraba a Theranos hasta en nueve mil millones de dólares, algunos medios de comunicación han filtrado información que para el año 2014 apenas con treinta años de edad, la señorita Holmes había logrado acuerdos con las cadenas farmacéuticas Walgreens y Safeway, así como también atrajo a algunos Senadores y Generales como Henry Kissinger, George Shultz y otros a su Consejo de Administración, para ese año amasaba una fortuna estimada en cuatro mil millones de dólares; todo un milagro de empresaria, quien para ese entonces ya la comparaban como una nueva “Steve Jobs” y transformó su imagen pública, evolucionando su voz hacía otro tono, su postura, su mirada y un guardarropa rico en suéteres e indumentaria de color negro que resaltaban la blancura de su rostro, su pelo rubio, a veces suelto, a veces recogido, pero sobre todo sus grandes ojos azules separados por una nariz recta y afilada con espacio suficiente para destacarla de su boca.
Ahondando en la información sobre este escandaloso caso en el artículo de The New York Times publicado por periódico A.M. el domingo 5 de septiembre en su sección 2B página 7, los periodistas Erin Griffith y ERin Woo amplían su percepción más allá de la responsabilidad de Holmes y de su socio comercial Balwani expresando lo siguiente: “el caso de Holmes es como una parábola de la cultura fanfarrona de Silicon Valley “fingir hasta lograrlo”; ese espíritu ha permitido que florezcan tramposos y estafadores poco éticos”.
Para el año 2015, como la canción de Emmanuel “Todo se derrumbó”, la doctora Phillis Gardner, profesora de Stanford, y una de las primeras críticas del supuesto invento milagroso y de Theranos, puso en duda la eficacia de los resultados de esas pruebas, luego vino una mayor investigación de la comisión reguladora y de los inversores, lo que detonó una baja en el patrimonio acumulado de Holmes y según cálculos de la revista Forbes, quedó en nada.
Para el año 2018 el Departamento de Justicia, o sea directamente el gobierno norteamericano, presentaron acusación en contra de Holmes y de su socio Balwani, con doce cargos o delitos entre los cuales sobresalen los de fraude, manipulación de pruebas, más la posibilidad de perjuicios a muchos clientes mal diagnosticados. Al declararse inocentes ambos imputados de todos los cargos, un juez determinó la separación de las causas para ser juzgados aparte. Para ella el 31 de agosto del presente año empezó el procedimiento de selección de jurados, de una lista de doscientos. El juicio se augura largo y complicado a partir de la integración completa del jurado, durante unos cuatro meses. El defensor que contrató Elizabeth Holmes es Lance Wade, experto en Derecho Criminal con especialidad en delitos llamados “de cuello blanco”, lavado de dinero, evasión fiscal, fraudes financieros, delitos cibernéticos, etc.; por lo que nuestro pronóstico es que, una vez que haya tanteado las primeras audiencias, podría buscar acuerdos o negociaciones judiciales con los respectivos fiscales.
Toda proporción guardada, en nuestro medio, proliferan este tipo de estafas, con embaucadores que ofrecen curaciones milagrosas y “medicinas” increíbles con productos de nombres atractivos y sofisticados que científicamente puede comprobarse su ineficacia; y, sin embargo, la autoridad permite que hasta se anuncien y se promuevan estos charlatanes en radio, televisión y medios impresos sin el mayor recato ni intervención de la autoridad, ya fuere sanitaria o de la propia Fiscalía, para evitar el que miles de ciudadanos pierdan aunque sean pocas cantidades de dinero que no llegan a reclamar, pero que afectan su patrimonio familiar y fomentan la impunidad.