Monseñor Oscar Arnulfo Romero dijo que si lo mataban, resucitaría en el pueblo salvadoreño. Sus palabras sonarán proféticas el sábado, cuando líderes inmigrantes y funcionarios de El Salvador develen en Los Ángeles el primer monumento público del religioso en Estados Unidos.
Se trata de una estatua de bronce de dos metros de alto que muestra a Romero de pie, con vestimenta litúrgica, lentes y las manos juntas como reflexionando o dando la bendición. Fue traída desde El Salvador y será instalada en el Parque MacArthur, situado en una zona mayormente centroamericana y aledaña al centro de Los Ángeles.
“Monseñor fue una persona de fe que luchó por los pobres, estuvo convencido de que iba a morir por los pobres y así fue. Debemos de seguir ese ejemplo de lucha y perseverancia, de trabajar por los desposeídos”, dijo Carlos Vaquerano, director ejecutivo del Fondo Salvadoreño-Americano para el Liderazgo y la Educación, organización que lideró el proyecto.
El monumento del artista salvadoreño Joaquín Serrano estará en el centro de un área semicircular que incluirá un árbol de hierro que simboliza la paz y esperanza junto a cuatro largos bancos de concreto que llevan inscritas citas de Romero en español e inglés como: “No creo en la muerte sin resurrección. Si me matan, resucitaré en el pueblo de El Salvador”.
Esta área se llamará Plaza en Memoria de Monseñor Romero a partir del sábado por la mañana, cuando se devele la estatua en una ceremonia a la que asistirán líderes salvadoreños y funcionarios de El Salvador y la ciudad de Los Ángeles. El monumento será bendecido por el arzobispo José Gómez, de la Arquidiócesis de Los Ángeles.
“Monseñor Romero llenó los corazones del pueblo salvadoreño con esperanza y fortaleza”, dijo Gómez en un mensaje electrónico a The Associated Pres. “Él nos recordó que la verdadera paz está basada en la justicia. Más de 30 años después, su testimonio nos inspira a todos nosotros a construir un mundo mejor, un mundo que promueva la dignidad humana y el bien común de la familia humana”.
Los Ángeles es hogar de entre 800.000 y un millón de salvadoreños o personas de origen salvadoreño, de acuerdo con funcionarios diplomáticos de El Salvador, quienes sostienen que éste es el área de mayor concentración de salvadoreños en el mundo después de El Salvador. El Pew Hispanic Center, por su parte, indicó en junio que en Estados Unidos viven alrededor de dos millones de personas de origen salvadoreño.
Romero fue asesinado en 1980 a los 63 años. Un pistolero le disparó al corazón cuando oficiaba misa, un día después de pedir a los militares en una homilía: “En nombre de Dios y de este sufrido pueblo les ruego, les suplico, les ordeno, en nombre de Dios, cese la represión”.
Su asesinato fue uno de los detonantes de la guerra civil que asoló a El Salvador por 12 años y que terminó con la firma de un acuerdo de paz en 1992. Más de 75.000 personas murieron en el conflicto y otras 12.000 desaparecieron.
Actualmente, se está procurando canonizar a Romero. El proceso fue aprobado por el Vaticano en mayo de 2005, cuando la Congregación de la Doctrina de la Fe concluyó que Romero fue “un mártir de la Iglesia, asesinado por su fe cristiana”.
“Para nosotros, monseñor Romero es un símbolo de amor que va más allá de la política. Algunos sectores nunca lo van a aprobar pero la mayoría de los salvadoreños estamos de acuerdo que él es el salvadoreño más popular del mundo. Esperamos que el proceso de canonización sea aprobado y lo nombren santo. Esa es nuestra esperanza”, agregó Vaquerano.
Un informe de la Comisión de la Verdad de Naciones Unidas, creada poco después de los acuerdos de paz, determinó que el autor intelectual del crimen fue el ya fallecido mayor Roberto D’Abuisson, fundador del partido derechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena), que gobernó el país durante 20 años (1989-2009).
Sin embargo, los responsables del crimen no serán castigados debido a una amnistía promulgada por el gobierno de Arena horas antes de ser divulgado el informe de la Comisión en 1993.

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