Agustín Navarro Chagollán es indispensable en el panteón de Santa Paula. Sin él, muchos difuntos lucirían siempre desolados y muchos de sus familiares vivos se quedarían con las ganas de llevarles un recuerdo.
Él renta su escalera y su mano de obra para subir las flores y el agua hasta las gavetas más altas, en el sexto o séptimo piso.
Lo hace con gran habilidad y rapidez. En menos de cinco minutos coloca la escalera, sube, baja el bote con las plantas marchitas y el agua sucia, las tira, vuelve a subir, con una mano agarra el bote con agua, con la otra el ramo de flores, las coloca y vuelve a bajar.
“La escalera no es de fuerza, es de maña”, afirma. No pesa porque es de aluminio, explica sobre la agilidad con la que se la carga al hombro y la lleva de un lado a otro de los jardines.
En media hora atiende a tres clientes en diferentes rumbos del panteón. Porque en los 29 años que lleva trabajando en Santa Paula, se ha hecho de cerca de 30 clientes permanentes, que acuden con frecuencia a llevarles flores a sus familiares o amigos.
Ya lo conocen y lo buscan directamente. Le dan instrucciones sobre cómo colocar las flores, qué quieren que limpie de la gaveta o que “le eche un ojo”. También preguntan quién más llevó flores, cuando los sorprende encontrar el bote ya ocupado con plantas en buen estado.
Antonio no sólo trabaja aquí por dinero. “En primera sí me gusta, y en segunda, para completar el gasto, pero también porque aquí es muy tranquilo”.
Empezó en el oficio de resguardar los recuerdos desde los 12 años, llevado por su padrino Cruz López Tovar, el velador del camposanto. Primero acomodaba flores y después se compró su escalera, para llegar a donde los familiares no podían. Ahí encontró su oportunidad de negocio.
Y su gusto. Trabaja aquí los sábados y domingos de todo el año. Llega a las 7:00 de la mañana y se va a las 3:00 de la tarde.

MÁS TRABAJOEL DÍA DE MUERTOS

Los días 1 y 2 de noviembre el trabajo se carga, como es natural, pero a Agustín Navarro no le importa la competencia, que alcanza hasta 100 hombres rentando su escalera para hacer lo mismo que él.
“Aquí vienen a hacer su lucha, el sol sale para todos”, dice con toda tranquilidad.
Esos dos días, sus jornadas son completas. Pide permiso en la escuela donde trabaja como intendente de lunes a viernes y a las 7:00 de la mañana del 1 de noviembre ya está en el panteón, “hasta que el cuerpo aguante, porque permanece abierto 48 horas. Todo el día me aviento lavando las tumbas o gavetas, desde las 7:00 de la mañana y acabo hasta las 9:00 de la noche”.

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *