Un enjambre de callejones se inicia en la Plaza de Gavira, a un lado de “Los Barrilitos” y “El Salón Verde”, las tradicionales cantinas de Guanajuato; por esos sitios, estrechos muchos de ellos, todos los días transitan estudiantes, amas de casas y cargadores que distribuyen diversos artículos a las pequeñas misceláneas. Suben y bajan cientos de escalones varias veces al día.
Samuel, un joven de 25 años, trabaja en una abarrotera ubicada en León, el viene todos los días; conoce a la perfección los callejones; carga bultos de harina, cajas de galletas, aceite, hasta alimento para perros; dice estar acostumbrado a subir y bajar cientos de escalones. “Tengo algo de condición física, además, así es la chamba”, dice durante unos segundos que se permite descansar antes de seguir “con el jale”.
Con toda facilidad carga 5 y hasta 7 bultos de alimento para mascotas y sube por el callejón de Santa Elena; desde “El Salón Verde” hasta la miscelánea donde descarga hay como 200 escalones. Para entregar todos los bultos hace el recorrido 2 veces.
En la privada de Gavira, Juan Manuel Andrade se detiene un poco para hablar con el reportero, no accede a tomarse fotos por el frente; él sube y baja 100 escalones “unas 12 veces al día, para tirar la basura, llevar y recoger de la escuela a mis nietos, ir al mercado”.
Sobre el callejón de Santa Elena, Germán Ojeda, estudiante de la Universidad de Guanajuato, afirma: “entre mi casa y el mercado hay 150 escalones, yo los recorro 2 veces al día, por la mañana y por la tarde, cuando tengo prisa sí me agito, sobre todo, en la subida”.

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