Pintar graffitis no significa que sus autores sean delincuentes ni vándalos, afirmaron un grupo de estos jóvenes que defienden sus creaciones como arte.
Explican que ellos elaboran sus pinturas con permiso de los dueños de las bardas, y solamente si no se los dan, entonces sí lo hacen de manera ilegal, porque en el municipio no hay espacios públicos para poder hacerlo legalmente.
Jacobo Morales ilustra la visión que tiene de ellos la sociedad en general con una anécdota.
“Estaba pintando en Municipio Libre, con permiso del señor dueño de la barda. Pasó un señor con su hijo y le dijo que éramos unos vándalos, que nunca fuera a hacer eso, que eran puras pendejadas”.
Los integrantes de este grupo de graffiteros afirman que no andan de vagos. Todos estudian. Manuel Rivera, en la prepa oficial; Jacobo Morales, en el CECytTEG; Gustavo Vázquez, en el Videobachillerato, y Alejandro Herrera, la secundaria.
NO HAY MATERIALES
La pinta de graffitis no sólo requiere gusto, sino también dinero, porque a estos muchachos nadie les regala la pintura. Ellos mismos tienen que financiársela. Más porque ahora no venden aquí en la ciudad, sino que tienen que ir a Silao. Aquí venden en las ferreterías, pero son de mala calidad, así que estos jóvenes prefieren hacer el viaje.
Cada bote de pintura en aerosol cuesta 40 o 45 pesos. Cada bote alcanza para pintar una o dos “bombas”, dependiendo del tamaño.
Además hay que gastar en las válvulas, que se colocan en cada bote para regular el chorro, así como la cantidad de pintura a esparcir. Cada válvula cuesta 10 pesos.
“POR EL GUSTO DE PINTAR”
Para estos jóvenes, sus pinturas callejeras no son simples rayones.
“Siempre trato de que sea algo que le llame la atención a las personas que represento, porque somos de Guanajuato”, sostiene Manuel Rivera.
Ha pintado caras de El Quijote de la Mancha, Cantinflas, la película “Avatar” y al cantante Bob Marley. También ha participado en exposiciones de graffiti en el lienzo charro de León, en Silao, Salamanca y Querétaro.
Como “tribu” urbana que son, los graffiteros tienen su propio lenguaje. “Crew” denomina a un grupo, una banda.
LOS OBSTÁCULOS
Lo que lamenta este grupo de graffiteros es que en la ciudad no hay espacios públicos disponibles y legales para poder plasmar sus pinturas. Cuando no se las borran en unos cuantos días, los persigue la policía porque los consideran vándalos. Y cuando los han pedido a las autoridades municipales, ni caso les hacen.
“Hace dos meses nos dieron permiso en una fachada y a pesar de eso, la policía nos llevó”, afirma “Rilan”.
Agrega que le han pedido permiso a la Presidencia Municipal y los mandan a solicitarlo a la Policía Preventiva. Cuando llegan ahí los regresan a la Presidencia.
Hace tres años, la banda pidió un espacio a la Casa de la Cultura. “Dijeron que ellos me hablaban y sigo esperando que me avisen”, declara Jacobo.
“No somos vándalos”: graffiteros
Todos estudiantes, la banda pide espacios en la ciudad