La venta de figuras con motivos navideños y otras artesanías, se han convertido en un medio de sustento para cientos de habitantes de La Sauceda, que ante la falta de empleos y espacios para la educación, recurren a estas actividades para obtener algunos ingresos que ayuden a la delicada situación económica que enfrentan.
Ubicada a casi 20 kilómetros de distancia de la Capital, con una población estimada en cerca de 4 mil 500 habitantes, esta comunidad ha visto cómo sus habitantes se las arreglan para salir adelante, especialmente mujeres y hombres jóvenes menores de 26 años.
Aquí son pocas las alternativas para el desarrollo personal, a no ser que se logre ingresar a escuelas como el plantel del Cecyteg o bien, encontrar trabajo en una de las fábricas o plantas, ubicadas en municipios cercanos como Silao e Irapuato.
Por eso, la mayor parte de los jóvenes que aquí residen han visto en las artesanías más que un modo de ingreso, una forma de obtener recursos y contribuir al gasto de las familias.
La confección de figuras navideñas como ciervos, borregos, nacimientos y pesebres, es una labor en la que toda la familia participa, ya que tanto el proceso de elaboración como su venta final implica que todos se involucren por completo.
Así, los hombres de la casa, como son padres e hijos varones, se dan a la tarea de conseguir el material con el que se hacen las figuras que se exhiben y venden en los locales ubicados al pie de la carretera Guanajuato-San Miguel de Allende.
Ese material no es más que pasto seco y follaje que se da en la época de lluvias y que al secarse, manos llenas de arte y tradición transforman en figuras para ambientar los hogares con motivos navideños. Los hombres lo llevan a casa, en donde las mujeres le dan forma.
Las piezas se elaboran con pasto seco y ramas en igual estado, que son atadas por hilos y decoradas con las manos ingeniosas de mujeres que con verdadera delicadeza crean figuras que llegan a costar hasta 180 pesos, cada una.
Cada integrante de la familia sabe que hay que contribuir a los gastos de la casa y todos toman su lugar, pues aseguran que en estas fechas del año, el trabajo de por si escaso, lo es aún más.
Ni de albañil o peón
“Batalla uno mucho por el trabajo pero por estas fechas ni de albañil o peón quieren dar y mejor nos dedicamos a hacer estas cositas que luego vendemos”, dijo Natalia, quien con herramienta en mano muestra verdadera habilidad para dar forma a las figuras que la que gente que pasa por el lugar adquiere.
Por eso, ella junto con su esposo y sus hijos han optado por crear estas artesanías, que a decir de ella misma, de unos diez años para acá se han hecho populares y se venden mejor.
La muestra de la popularidad de estos ‘animalitos’, se puede percibir con sólo observar la cantidad de locales donde se ofrecen y los cientos o tal vez miles de estas creaciones que han hecho que esta población recobre algo de su actividad.
Een este lugar, la gente tiene que luchar para salir adelante, pues lo mismo se involucran en las artesanías que elaboran que en los negocios que ofrecen comida y otros productos para los viajeros que pasan por este sitio, ya sea en su camino a Guanajuato o a San Miguel de Allende.
“Si se venden bien, los más grandes son de 150 y hay chicos de hasta 30 y 40, la gente que viene de fuera es la que más lleva como recuerdo”, aseguró.
Su pobreza y falta de oportunidades para salir adelante es algo que no los desanima, ni los incomoda, pues saben que al estar ubicados en una carretera que une a las dos ciudades de Guanajuato, declaradas Patrimonio de la Humanidad, algún día tendrán mejores oportunidades.
Los fines de semana, la comunidad cobra vida y tiene mayor movimiento, sobre todo por las miles de personas que acuden a ella a degustar los deliciosos guisados y tortillas de comal que se ofrecen en al menos una veintena de establecimientos, atendidos por la misma gente del lugar.
“Todo lo que hacemos es para ganar algo, como hay poco trabajo, los hombres no tienen mucho que traer y hay que cooperar con algo”, señala esta mujer que ha sabido obtener provecho de su labor.
piden más oportunidades
En este lugar, la mayor parte de su población es gente joven, que requiere tanto de espacios laborales como educativos, quienes piden a las autoridades que hagan algo por ellos.
“Hace como unos dos o tres años inauguraron unas calles allá abajo pero por acá seguimos igual, las calles son de terracería y no hay ni dónde jugar o distraerse”, afirmó Rubén, un joven de 17 años que no quiere resignarse a vivir con las limitaciones que padece.
Por eso, todos los días ayuda en su casa y busca la forma de volver a entrar a estudiar, porque como él dice “si no, pues voy a terminar en el campo o de migrante”.
Además de participar activamente en las labores de su hogar, se involucra en aquellas que contribuyen al gasto familiar como son las artesanías, pues el material, aseguró, lo adquieren en las comunidades serranas ubicadas en los límites en León y San Felipe.
Señaló que se sienten abandonados por las autoridades, pues hay muchos casos de violencia e inseguridad que nadie atiende, además de que los patrullajes no existen.
“Luego los fines de semana hay muchos pleitos y muchos borrachos pero aunque los reportemos, la Policía nunca viene”, expresó.
Usan su talento para subsistir
Crean pobladores figuras navideñas a base de follaje y pasto seco.