Como hace 85 años, en la comunidad de Santa Rosa de Lima los indios tejocoteros se enfrentaron y vencieron a los soldados realistas. La batalla forma parte de la identidad del pueblo.
Bajo los fuertes rayos del sol y en medio de estruendos, olor a pólvora y mezcal, miles de personas fueron testigos de cómo esta noble tradición (que inició en 1934) y el “Indio Mayor”: Tomás Ulloa, se mantiene más viva que nunca.
Se unen
Habitantes de Santa Rosa, ante la negativa de autoridades municipales de aportar fondos y respaldo, organizaron juntos una celebración sin precedentes.
“Lo mejor es ver la participación de la gente, eso es lo que vale, lo que le da forma a la tradición y estamos muy contentos porque sabemos que ya nada impedirá que esta fiesta se realice”, dijo Martín Ulloa Robles, delegado y principal organizador de la Batalla de los Indios Tejocoteros.
También agradeció la colaboración de la Oficina de Convenciones y Visitantes (OCV), que por medio de su director, Jorge Cabrejos, brindó respaldo para efectuar la Batalla.
La falta de apoyo de las autoridades no es algo nuevo, más cuando se trata de comunidades rurales, pues saben que es complicado que atiendan sus peticiones.
“Ellos saben porque no apoyan, a nosotros eso es algo que no nos interesa, nosotros estamos para preservar la tradición y ellos sabrán para qué están, a nosotros no nos interesa”, afirmó José Roberto, quien aseguró tener más de 20 años participando en la Batalla de los Tejocoteros.
Desde temprano cientos de visitantes llegaron al poblado enclavado en la Sierra de Santa Rosa y buscaron el mejor lugar para presenciar la batalla que por 85 años da renombre a un lugra rico en bellezas naturales y donde la pobreza persiste. La calle principal se vio atiborrada de miles de personas, familias enteras y vendedores, sentadas sobre las banquetas o de pie, atentos al desarrollo de la batalla que hace 205 años se celebró en el interior de la Alhóndiga de Granaditas, y ahora más que nunca se recordó que cuando el pueblo se organiza y trabaja por un objetivo en común logra vencer cualquier obstáculo.
El olor a pólvora por el estallidos de los cañones y escopetas hizo recordar las verdaderas batallas que vivieron nuestros antepasados, quienes con esfuerzo y decisión nos dieron patria.
Todos participan: desde los más pequeños hasta los más grandes, unos a caballo, otros a pie, unos vestidos de indios tejocoteros o de realistas, o sólo observando. Hombres y mujeres de forma desinteresada aportan su esfuerzo para recordarle a Guanajuato y México que el espíritu libertario aún existe.
Nadie extrañó a las autoridades.

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