C. Odiseo
Mira de un lado a otro. Paranoico. Nervioso. Con grandes ojos de insecto. Flaco. Encorvado. Con el cabello corto. Muy mal cortado. Le cuesta estar quieto. Se mueve de un lado otro. Da pequeños sorbos a su bote de Gallo. Escupe. Escupe muy seguido. Saca el pecho. Sonríe con ademán fanfarrón. Canta una pésima canción que se inventa sobre la marcha. Cuando termina el canturreo se queda callado y sonríe. Vuelve a escupir. Sorbo. Saca un cigarro de su chamarra y lo enciende. Se divierte haciendo rosquillas de humo que se desintegran lentamente en el aire.
Cuenta historias bastante improbables de supuestos viajes en crucero a islas exóticas en el Caribe. Luego toca el tema de su familia multimillonaria que vive en Antigua. Y su apellido de alcurnia. Y de las propiedades familiares en el Petén. Y la colección de artefactos mayas que tiene escondida su abuelo en el sótano de su chalet en Panajachel. Yo soy el jefe. Soy el jefe, dice. Soy el jefe de esta tierra maldita y eso el tiempo lo dirá.
Y lo repite una y otra vez.
Mira con lujuria a unas jóvenes indígenas que pasan velozmente a su lado, esquivándolo. Suelta una estrepitosa risotada. Un hilo de baba le escurre desde la comisura de los labios hasta el cuello de la camisa. Me mira fija, retadoramente. Muy gallo él. Tal vez piensa que me voy a intimidar. También lo miro fijamente, tranquilo, sin retarlo. Sonríe con sus dientes amarillentos. Le faltan dos. Me caes bien Colocho. Me llegás, vos me llegás. Tenés buena energi, dice. Me gusta la gente pacífica y reflexiva, como vos. Hay mucho hijo de la gran… caminado por allí. Pero vos sos tranqui. Tengo un reloj que te puedo vender. Cuánto me das. Es rolex. Se lo robé a mi abuelo el día que me echó a patadas de su mansión en Antigua. Viejo avaro. Pero lo amo. Lo amo. Me echó porque golpeé a mi madre y a su amante. Esos majes cerotes. Ese día vi un ovni. Cabal. Era un plato volador suspendido sobre la finca de mi abuelo. Yo lo vi cabalito. Era color plata y lanzó unas lucecitas muy simpáticas azul eléctrico. No andaba drogo ni borracho ni bolo. Te lo juro colocho. No aluciné. ¿Tú si me crees, verdad? Ellos no. Estaban tomando el sol en la piscina y llegué corriendo y les conté y me dijeron drogadicto basura y se rieron de mí. Me humillaron. Quieren quedarse con toda la herencia de mi abuelo. Pero él me ama. Me ama. No me va a dejar tirado en la calle. Un día me va a llamar. Y voy a ir a vivir con él. Como un rey. Bueno, ya me voy, en este parque basura no sucede nada interesante. Se perdió el esplendor maya. Se perdió. ¿A dónde voy? A casa de mis primos multimillonarios. ¿Ves el asco que soy ahora? Pues me darán ropa limpiecita. Me alimentarán. Soy de su sangre. Soy de altura.
Se aleja caminando
y se pierde entre la gente.
Una hora después lo veo a la vuelta de una esquina. Él no me ve. Está tirado en el suelo. Acurrucado junto a un perro sarnoso. Parece que se está doblando de risa. Pero llora inconsolable.
Sigo caminando.