Para los prehispánicos, el libro era parte importante de su vida, pues era el resguardo de sus memorias y sabiduría; y aunque físicamente no eran como los de ahora –en ese tiempo eran pliegos doblados- tenían la misma finalidad que los actuales: comunicar, transmitir, compartir, hacer saber. Cuando los españoles llegaron a América descubrieron con sorpresa  que no solamente tenían libros sino que también había bibliotecas en las casas. Para ellos era muy importante la poesía, los cantos y la literatura porque representaban la conexión entre las almas. Sin embargo, durante la Conquista, fueron destruidos. Afortunadamente, los conservaron en su memoria y algunos fueron rescatados en los códices, lamentablemente mucha sabiduría quedó perdida en la Guerra.

A lo largo de los años, con los libros ha sucedido lo mismo que con nosotros mismos, solamente cambia la época y el escenario pero siguen siendo destruidos, porque a final de cuentas, preservar la memoria de una persona, una tribu, un pueblo o una Nación a través de sus letras es peor que perdonarle la vida al enemigo, porque entonces las ideas y pensamientos pervivirán a través de los tiempos, en lugares distantes y personas diferentes. 

Por eso, el libro tiene una historia tan llena de destrucción. Paradójicamente, un medio por el cual comunicamos nuestra palabra de manera escrita, ha sido entregado una y otra vez a las lenguas ardientes del fuego. Lo hicieron en la Inquisición, sucedió en la Segunda Guerra Mundial con los nazis, continúa pasando ahora mismo. Sin necesidad de ir más lejos, hace unos días en Veracruz amanecieron quemados los libros de los libreros independientes.

Derivado de la importancia que conlleva preservar y difundir los libros, la UNESCO decidió instituir el Día Mundial del Libro y los derechos de Autor cada 23 de abril debido a que en esa fecha fallecieron Shakespeare, Inca Garcilaso de la Vega y Cervantes, además de coincidir con el nacimiento o fallecimiento de otros escritores importantes.

Esta fecha se instituyó en 1995 como una manera de rendir homenaje universal a los libros y autores alentando al fomento a la lectura y a la preservación de los mismos. Porque tenerlos al alcance y no leerlos es tan criminal como destruirlos y dejarlos a merced del fuego, del agua, de las inclemencias del tiempo y las polillas.

Los libros terminan siendo almas, algunas más grandiosas y extraordinarias que otras, almas de colores, de tamaños distintos y sabidurías diferentes; sin embargo, todos, absolutamente todos tienen algo qué enseñarnos, así sea esto, la muestra de lo que no se debe hacer. La mejor manera de conservarlos es usándolos, leyéndolos, dejándolos palpitar al contacto de nuestros ojos y bajo las yemas de nuestros dedos. Este 23 de abril, conmemora el día mundial del libro…leyendo. 

Elena Ortiz Muñiz es Presidente Fundador de la Academia Guanajuatense de Literatura Moderna, si tú escribes o eres historiador, la Academia es para ti. 

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