Cuando dos personas forman una pareja, hay muchos elementos presentes durante el tiempo de conquista y que requieren perdurar para su permanencia, más no permanecen tal cual sino que evolucionan junto con la pareja.
Uno es el humor, que podemos entender como “todas aquellas experiencias, sensaciones, representaciones y formas de entender la realidad que tienen como relato el divertimento y la alegría. El humor se relaciona directamente con la capacidad de generar entretenimiento en las personas, el cual se hace presente en la mayoría de las situaciones a través de la risa” (Definición ABC).
Desde aquí, el humor es una capacidad individual que tenemos los seres humanos que nos ayuda a pensar con flexibilidad y mayor complejidad, ya que encontramos soluciones más sencillas para las cosas y por ello, nos ayuda a resistir ante los problemas, pudiéndolos ver como un desafío y no como catástrofes; ayuda a fomentar la creatividad y el aprendizaje, ya que nos hace el ambiente agradable; ayuda a superar el estrés, puesto que a través de la risa, mejora la circulación sanguínea, la respiración y oxigenación corporal, produce bienestar por la secreción de endorfinas; previene infartos al estrechar relaciones afectivas, con lo que se regula la presión arterial y el ritmo cardiaco; fortalece el sistema inmunológico debido a los pensamientos positivos que provoca y mejoran el ánimo, haciéndonos más resistentes a enfermedades.
La risa y el humor, son maneras de alejarnos de la seriedad y tragedias de la vida, nos ayudan a conectarnos con nuestra parte más “simple” y a dejar de lado el “control”, es decir, nos ayudan a ver y sentir la vida con menos seriedad y más fácil.
Por ello, como elemento en una relación de pareja es parte de la amistad, intimidad, admiración, confianza, comunicación y sinceridad, desde el principio conquista y atrae y hace que el estar juntos sea agradable, disfrutable, que experimenten con lo conocido y lo nuevo.
Es muy importante para el aspecto lúdico que se requiere fomentar y mantener en la permanencia de una relación, puesto que ayuda a conocerse y comprenderse, a disfrutarse a través de chistes hechos de sí mismo y de la pareja con el afán de agradarse, distraerse, enfatizar una situación agradable o diluir una angustiante para una u otra persona; proporciona creatividad y permisividad para proponer e inventar juegos previos, realización de fantasías, nuevas posturas, que si no resultan, por lo menos el resultado es agradable y les deja algo para reírse entre ellos y de ellos mismos, alejando la frustración, impotencia, angustia, desesperación y cualquier sentimiento negativo que les pueda invadir y hacer que sean experiencias negativas.
Por otro lado, en cierto modo ayuda al autoestima ya que podemos vernos como “elemento de un juego” más nunca como “un juguete”.
Suele suceder que al “crecer” y adoptar roles como esposo o esposa, madre o padre, ejecutiva, licenciado, dueña, maestro, doctora, asistente, etc., consideremos que las responsabilidades nos obligan a ser “adultos” y que eso conlleva abandonar o disminuir el buen humor y la flexibilidad que consideramos más bien infantiles pero si crecer es sinónimo de seriedad, rigidez, ausencia de diversión, nos estamos perdiendo de muchas situaciones disfrutables que nos da la vida y sobre todo, de la convivencia respetuosa, agradable y disfrutable de los seres humanos que nos rodean y más específicamente, de relacionarnos agradablemente con nuestra familia y pareja.
El buen humor
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