Me despido del papel blanco y de la tinta azul
de donde surgían los ríos perezosos,
cerdos en las calles, molinos vacíos.
                          Jorge Teillier

En el perímetro de la circunferencia, de una u otra manera, todos estamos ahí. La ciudad, causas y azares que se asoman y se despejan. Encontrarse con uno mismo, salirse de ahí y volver al misterio continuo de encontrarse con el otro para después despedirse. De una u otra manera uno no puede separarse completamente de sí mismo de una forma absoluta, tiene necesariamente que aprender a convivir con uno mismo, con sus pasiones, contradicciones, vicios, ideas, ilusiones e irremediablemente con el cuerpo. ¿Todo está conectado con todo? Es decir, que si lo que pensamos, sentimos, deseamos, hacemos, dejamos de hacer, expresamos y callamos influye en nuestra existencia y en la de otros. Me da por pensar que sí, que efectivamente toda actitud, ya sea negativa o positiva repercute en el otro, en los otros. La confusión crea una nebulosa oscura en donde las ideas vagan y el entendimiento se empieza a borrar y a perder en divagaciones sin fondo ni motivos. Por otra parte, la claridad de ideas y la lucidez de pensamientos enfocados a la búsqueda de uno mismo y de los otros, crea un puente y una relación fraterna, en donde se unen los lazos de amistad y creatividad.
Todos estamos en el dilema constante de encuentros y desencuentros con uno mismo y con los demás, nadie se zafa de ello, es un continuo flujo de causalidades y azares. La mayoría de las situaciones no las podemos evitar, y para qué hacerlo, si ese fuese uno de nuestros objetivos o motivos, sufriríamos mucho al intentar bloquear el sol con un dedo todo el tiempo. O en su efecto, para que rindiera un efecto represivo social nos tendríamos que poner un traje de policía, abogado, federal o funcionario público de las supuestas altas esferas ‘políticas’ y evitar a toda costa que se llevaran a cabo ciertas situaciones sociales, legalizarlas, ponerles reglas, burocratizarlas y enredarlas aun más de lo que están enredadas.   
Pero ese no es mi caso. Muy al contrario, el intento de buscar un encuentro con el otro tiene que ver con la creatividad, la imaginación, la búsqueda de ese imposible que nos lleva al pulso vital de la existencia, germina en nuestro ser y se convierte en una búsqueda incesante de la filosofía vital y estética. La búsqueda de uno mismo y con el otro. El encuentro con las manifestaciones que apelan por la vida en todas sus manifestaciones, el amor, la intensidad, la imaginación, la amistad, la literatura, la música, la pintura, el vagabundeo, las utopías, la política horizontal y comunitaria, la filosofía y la poesía. Y el desencuentro con todo aquello que marque diferencias corruptas, envidias, pasiones tristes, corrupción, negación del otro, de sí mismo, de la vida en todas sus manifestaciones. Es inevitable, es menester decidir en donde quiere uno  estar, con quien, como y porque. Por lo pronto, abriré una página en blanco, y buscare un encuentro con el misterio de estar y ser.   

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