Me recuesto sobre la hierba seca, como cuando cazando saltamontes me jugaba cada palmo de existencia

o como cuando todo era gigante y misterioso y la voz enérgica de mi padre surgía como un relámpago desde la casa de la abuela

y pensaba que los hormigueros eran civilizaciones secretas y sus minúsculos pobladores seres venidos de otro planeta (un asunto que me llevó a realizar las más detalladas investigaciones)

sigo tumbado sobre la hierba, como aquella noche en que se me ocurrió que la bóveda celeste era un espectáculo de fuegos artificiales suspendido para deleite de niños como yo, permanentemente distraídos.

estoy acá, como aquella tarde de verano en que la hierba seca comenzó a crujir bajo una lluvia copiosa y una orquesta de sapos croaba tan fuerte como podía, en honor al universo y a la vida.

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *