Solemos escuchar que los mexicanos no leemos, pero si nos remontamos a los tiempos de los primeros mexicanos encontramos que antes de la Conquista ya existían los libros, que la literatura era uno de los aspectos básicos en la formación integral de los prehispánicos y que la escuela era fundamental. Por lo tanto, lo traemos en la sangre, por herencia.
Sin embargo, es muy difícil que alguien por inercia le tenga amor a los libros cuando nadie les ha hablado de ellos y la magia que contienen. La instrucción ahora en las escuelas es investigar por Internet, ya no en las enciclopedias ni en libros de consulta. Las Bibliotecas cada vez están más condenadas al abandono, a quedar en calidad de Museos de Libros a los que nadie acude. No se fomenta el que los niños las visiten, no se hacen actividades atractivas que los impulsen a sacar libros de los estantes y a descubrir las maravillas que puede haber entre las páginas de cada volumen.
Recientemente tuve la oportunidad de impartir un taller de lectura en la Telesecundaria de la comunidad de Aguas Buenas y uno de los profesores me comentaba que antiguamente los libros traían capítulos completos con la obra y vida de escritores como Oscar Wilde y que era maravilloso llegar a esa parte en la enseñanza. Pero que ahora, todo eso fue eliminado y no hay dentro de los programas oficiales nada que introduzca a la lectura a los alumnos, como siempre, la literatura entonces queda a merced de la decisión e iniciativa del maestro de grupo.
Con tristeza he observado que hay escuelas que han preferido desmantelar la Biblioteca ante la falta de espacio, para dar cabida a la sala de computación, y no es que estemos en contra de las computadoras, la tecnología bien utilizada es maravillosa, increíblemente útil y una herramienta que ayuda a acercar a los autores y las obras con las personas. Pero no debería haber escuelas que no tengan bibliotecas pues entonces la educación no es de ninguna manera integral. Por supuesto, hay escuelas oficiales que apenas si tienen techos y aulas –esa es otra de las cuestiones a reflexionar- pues no todas las escuelas son dignas ni están a la altura de los estudiantes y de la misión que desempeñan. Pero cuando esto sucede en escuelas privadas, el hecho se convierte en un acto imperdonable.
Entonces, todo queda en manos de los padres de familia quienes deben afrontar la realidad de una economía cada vez más deficiente ante el costo cruelmente elevado del día a día. Es ahí cuando ni siquiera existe la duda entre comprar pan y frijoles para llevar a casa o un libro, pues el libro entonces es prescindible, y con razón. No se puede alimentar el intelecto cuando el estómago está vacío y duele. En casos como estos, lo último que los padres desean es que los hijos se aficionen a la lectura porque ¿con qué se comprará el siguiente libro? ese que seguramente pedirá cuando termine el primero. El razonamiento indica que es mejor invertir de una buena vez en una Tableta o un teléfono en el que puedan descargar juegos que los mantendrán entretenidos y pasivos.
El panorama no es alentador. Por eso necesitamos más héroes que rescaten libros y muchos más libros que rescaten niños de un futuro que se perfila mucho más incierto y desolador.
Elena Ortiz Muñiz es Presidente Fundador de la Academia Guanajuatense de Literatura Moderna. Si tú escribes o eres historiador, la Academia es para ti.