Ya no quiero escribir, y sin embargo lo sigo haciendo. Lo sé, soy un ser sumamente contradictorio, que debe dinero a diversas personas, no lo olvido, simplemente las cosas me salen al revés, súbitamente se recomponen algunos asuntos, y después se vuelven a resquebrajar. Suelo trabajar con ahínco, pero tengo una manera muy particular de hacerlo, es decir, trabajo con singular alegría, pero me encantaría no hacer casi nada, simplemente imaginar mundos posibles, sin tener que escribirlos o leerlos. Dedicarme a hacer piezas inútiles, infértiles, carentes de sentido, piezas que remitan a la humanidad sin centro, al absurdo que compartimos todos, a la nulidad, al vacío. He tenido el inquieto sueño de andar caminando por ahí, solo caminar sin ton ni son, sin un propósito preciso o concreto, retratar los escombros, la vacuidad de las contornos de las sombras, las casas abandonadas, los rostros de las calles sin dueños, las paredes sin anuncios, los terrenos baldíos.
Ya no quiero escribir, y sin embargo sigo en ello. Pero no me angustio, es solo una manera de compartir, de enviar señales, registros o códigos que uno recibe y quiere transmitir. Últimamente he estado en una búsqueda inquieta, delirante y con desequilibrios constantes. He salido a caminar a eso de las 12 pm, cuando el sol está emitiendo una serie de rayos intensos, poderosos y fuertes, me he mareado, he tenido que detenerme en una de las calles por donde me llevan mis pasos, sentarme en una esquina con mediana sombra y meditar sobre alguna caricatura de la infancia. De pronto me pongo un poco más serio y reflexiono sobre el misterioso papel biológico, histórico, político, cultural y social de la mujer en el planeta Tierra y me confundo aún más, me mareo, tengo la sensación de ser un extraterrestre que vino a este planeta por medio de una abducción OVNI, súbitamente me tranquilizo, me imagino la posibilidad imaginaria de si yo hubiese sido mujer que sería de mi existencia, me vuelvo a angustiar y me quedo en un callejón sin salida, sin respuestas, resquebrajado, desecho e imaginando esa delirante posibilidad. Esa mujer que no fui la dejo sentada sobre esa banqueta de asfalto y prosigo el camino hacia ninguna parte, hacia ningún lado, solo la divagación nos salva cuando caminamos sobre las calles sin dioses de las avenidas de la mayoría de las ciudades.
Ya no quiero escribir, retumba esa frase en mi ser y se expande como eco sobre mi cuerpo. Quiero seguir tomando algunos tragos de alcohol con mis amigos y quedarme ahí, observando las nubes o las estrellas. Sólo observar los detalles del mundo y rescatarlos con una serie de sonrisas o carcajadas. Sólo eso, abrazar la nada, y cuando tenga la fortuna y la suerte que nos brinda el azar, compartir con una dama la soledad, las risas, los detalles del mundo. Ya no quiero escribir, sin embargo, sigo siendo un ser sumamente contradictorio.