A las once de la mañana del domingo 23 de octubre, fue la cita en el Teatro Juárez, día de la clausura del Festival Internacional Cervantino.
Camino hacia ese esplendoroso reciento, llevábamos pasos lentos, observando nuestra querida ciudad; se veía diferente, las calles estaban manchadas de mugre inusual y muy escandalosa, olía diferente, en algunos espacios un olor penetrante que obligaba a cubrirse la nariz, para evitar a pausas ese hedor nauseabundo.
Todo parecía como el amanecer subsecuente de un trasnoche con hambre de diversión y un tanto irresponsable.
No podía decirse que era temprano, pero los visitantes apenas empezaban a asomar difusos por diferentes direcciones.
Unos pasos más, y ahí estábamos ya, ante el Teatro Juárez. No  era una muchedumbre pero sí una fila de personas notoria que quería lograr sentarse en primera fila, quizá para estar más cerca de Elena.  Sí, de la reconocida escritora Elena Poniatowska.
No podía imaginarme qué pasaba por la cabeza de mi acompañante,  una niña de diez años, quien siempre ha sido una entusiasta del mundo de las letras y  guardaba un silencio emocionado; buscaba con su mirada a sus compañeros y compañeras, otros niños también pertenecientes a la Institución de Niños Lectores y Escritores Guanajuatenses, y quienes como ella querían ver en persona a la princesa roja  (autonombrada así Elena).
De pronto la campana sonó tres veces, y apareció Elena, altiva y sonriente, echando por tierra todo paradigma con el que llega a envolverse a las personas de su edad, 84 años, quien con su voz clara y nítida, investida de sencillez, saludó a los presentes con un: Yo también los veo. Rompiendo así el hielo entre ella y nosotros.
Habló de Cervantes, contestando a las preguntas del presentador, específicamente refiriéndose a la espectacular y fascinante obra del “Quijote”, llamó quijotescos a destacados personajes, y ella se identificó con Sancho.
Así transcurrió la amena charla, muy rica, que atrapaba con su lenguaje sencillo y directo, emitiendo algunas críticas que empujan a despertar.
No fue un acto de muchedumbres, pero sí fue un encuentro de esencias y fundamento, porque ella inspira, porque ella mueve corazones ínsitos en los cuerpos tanto de adultos como de jóvenes; y  con certeza de los niños, pequeños escritores, ahí presentes, que tienen el sueño de ser grandes escritores, y que han empezado a apuntalar sus primeros pasos en sus emotivas publicaciones.
Juanamaría González es académica asociada en la Academia Guanajuatense de Literatura Moderna. Si tú escribes o eres historiador, la Academia es para ti. 
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