“Hace ya algún tiempo, cuando pensaba en las palabras exactas que me detallaran, defectos y carencias asistían sin titubear a mi cabeza de manera inevitable.
Crecí creyendo que ser mujer, una verdadera, era tener las medidas estéticamente deseables, ser dócil y amable con todas las personas –incluso con aquellas que me trataban mal– es decir, después de abofeteada, debía poner la otra mejilla y sonreír impasible con la mirada inclinada.
Pensé que hacerse llamar “mujer” era un derecho reservado para aquellas que portaban tacones altos, tenían un sentido estricto de la moda, que podían entrar en una talla cero y mostrar su rostro impecable por el maquillaje.
Nadie me enseñó a quererme, a entender que lo diferente no significaba que fuese malo, grotesco o raro, a saber que ser mujer radicaba en mis decisiones y no en cuanto maquillaje podía ponerme sobre el rostro o en la insistencia de entrar en un diminuto vestido a costa de mi propia salud.
En aquel entonces, yo tenía quince años y fue en esa misma época cuando lo conocí. Ahí estaba él… diciéndome lo increíblemente guapa, inteligente y maravillosa que era… ¿cómo no iba a enamorarme? Si me sentía tan insignificante, tan absurda, tan inmerecida de amor.
¿Cómo no quererle? Si él me proporcionaba todo el aprecio que yo misma no me tenía; sus palabras fueron música para mis oídos que hasta entonces habían sido sordos al afecto.
Nuestro amor se volvió especial, tan intenso y lleno de pasión que se veía volcado en locura. Era un mundo habitado sólo por él y yo; donde me hacía ver que únicamente sus caricias merecían tanta… tanta pena.
Me enseñó que el amor era silencio: Una llama que envolvía, me hacía suya y me consumía, una flama que podía apagarse si había intrusión de otros. Sus cariños eran tan ardientes que muchas veces me quemaron; de tal forma, que me llevaba rosas para que su frescura calmara mi dolor.
El amor era intimidad, sus ganas de poseerme en todas las formas, era imposible rechazar sus exigencias… pensé que al negarme de forma rotunda, se marcharía y yo no me creía capaz de vivir sin él. Me hacía suya de tal manera que sentía ahogarme y morir entre sus manos, era lo único que podía ofrecerle como agradecimiento de soportarme a mí, un ser tan inútil y deficiente.
Hubo un día en que me amó tanto que como un lienzo, llenó mi cuerpo de rojo, me reventó las venas para que sintiera la pasión de sus brazos, esparció las rosas junto con mi cabello mientras susurraba las cosas más atroces de mi ser y que, sin embargo, él tenía la amabilidad de soportar…
Cómo no amarlo en el dolor que me infringía sus pasiones, si siempre me llevaba rosas para coronar nuestro amor incendiario, yo me dejé querer hasta que la luz de mis ojos inevitablemente se extinguió en la oscura y fría nebulosa de la muerte. El me amó tanto a falta de amarme yo misma, que mi corazón y mi sangre estaban en sus rojas manos.”
La violencia es un fenómeno observable en distintas formas e interacciones sociales, como lo es en la pareja.
El 38% de los asesinatos de mujeres que se producen a nivel mundial son cometidos por su pareja (OMS, 2013). En el país, 4 de cada 10 mujeres han vivido violencia emocional, 2 de cada 10 mujeres han sufrido violencia económica, 14 de cada 100 han pasado por situaciones de violencia física y 7 de cada 100 han vivido violencia sexual (ENDIREH, 2011). En cuanto a Guanajuato, 40 de cada 100 mujeres de 15 años o más años que han tenido alguna relación de pareja han sido agredidas por su actual o última pareja a lo largo de su relación (INEGI, 2013). Esto es una muestra de los datos que podemos encontrar en diferentes organizaciones con respecto a la violencia ejercida en contra de la mujer, sin embargo, no excluye que los hombres también sean receptores de violencia perpetrada por sus parejas.
Todas y todos somos propensos a vivir situaciones violentas. Seamos conscientes de que así como los golpes duelen, las palabras –y la ausencia de ellas– dejan profundas heridas. Enseñemos y aprendamos a reconocer nuestra propia valía y la de los demás seres que nos rodean, rijámonos por valores como el respeto, la tolerancia y el amor.
Si estás viviendo una situación de violencia o conoces a alguien, no dudes en denunciarlo.
Amor incediario
“Hace ya algún tiempo, cuando pensaba en las palabras exactas que me detallaran, defectos y carencias asistían sin titubear a mi cabeza de manera inevitable….