En 1857 miles de mujeres que trabajaban en fábricas textiles en Nueva York se movilizaron para pedir unas condiciones laborales dignas.
Querían reducir su jornada a 10 horas diarias y tener un día de descanso a la semana. Nada más. En 1867 las planchadoras de cuellos de la ciudad de Troy hicieron huelga durante tres meses para pedir un aumento salarial.
No lo consiguieron.
En 1908 en la ciudad de Chicago las mujeres organizaron jornadas que hablaban de esclavitud sexual y el derecho al voto. Sí, todavía no podían votar. Hasta 1911 países como Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza reconocieron el Día Internacional de la Mujer, no por bellas y preciosas, sino por estas mujeres que llevaban una vida luchando por sus derechos mas básicos.
En 1917 miles de mujeres rusas se manifestaron para pedir pan y trabajo. Esta marcha es considerada como el inicio de la revolución rusa. ¡Yep!, ¿a que esa parte no te la habían contado?.
El año pasado, el mundo se pintó de color violeta un 8 de marzo. Las mujeres salieron a las calles, gritaron lo que la historia no les había dado.
A quien crea que esos gritos son una exageración, he aquí la prueba de que no: las mujeres mexicanas comenzaron a votar en 1947. Sólo un 24% de los parlamentarios son mujeres, así que tenemos a una mayoría masculina decidiendo sobre los derechos de la otra mitad de la población.
En todo el mundo solo hay 11 jefas de Estado y 10 jefas de Gobierno. Sólo el 49% de mujeres trabaja; 500,000 niñas menores de 18 años son víctimas de tráfico sexual cada año. 2 de cada 3 personas analfabetas en el mundo son mujeres. 200 millones de mujeres han sufrido mutilación genital. 73 millones de niñas no van a la escuela y sólo el 28% de las mujeres pueden acceder a algún tipo de baja por maternidad remunerada. Las cifras pueden seguir, los conceptos no mejoran. Los años siguen pasando.
Este viernes, vuelve a ser 8 de marzo. El mismo día en que todas esas mujeres del pasado salieron a luchar por unos derechos que yo considero imprescindibles. Esta generación, espero al menos, le tiene menos miedo a esa lucha. A la causa.
A la palabra que la distingue.
Porque si no es ahora, ¿cuándo? Si no somos nosotras, ¿quién?
8 de marzo
Crónicas viajeras