En una plática con una amiga me decía que ella siempre ha querido apoyar a las chicas que han trabajado en labores domésticas en su casa. “He querido que se superen y estudien”-, me comentaba. “El problema es que los novios no les permiten hacerlo, se lo prohíben. Si acaso, después de comprometerse, les permiten trabajar en la casa pero no pueden estudiar”.
Es posible que haya inseguridad en los novios y piensen que tanto conocimiento provocaría que las chicas los menosprecien. Uno de los pretendientes le dijo a la chica:
Si te vas a estudiar, no sabría quién te miraría ni a quién mirarías tú”.
Y pues con esta mentalidad las chicas no estudian y pierden oportunidades de desarrollo y de autonomía económica, pero lo más lamentable es que no existe en esas mentes femeninas la idea de decidir por ellas mismas. Hemos vivido en un patriarcado. Este es el término que ha sido utilizado para designar un tipo de organización social en el que la autoridad la ejerce el hombre como jefe de familia, dueño del patrimonio, y cuya opinión, deseo y voluntad se cree que son más importantes que las de la mujer y los hijos/as. Esta forma de pensar sigue ejerciendo una gran influencia sobre todas las generaciones. Los comportamientos inconscientes se transmiten de generación en generación e impiden a la persona autorrealizarse, por lo que para que un individuo tome consciencia de éstos y se pueda desvincular de los mismos es difícil.
Los patrones familiares y estereotipos impiden avanzar con libertad en la vida. Para un desarrollo pleno es importante explorar las habilidades propias y poner los medios para acrecentarlas, tener sueños y metas personales. ¿Cuándo cambiará esa mentalidad de sacrificio de proyectos personales de las mujeres? ¿Cuándo cambiará esa actitud machista de ejercer un mandato sin considerar a la compañera, sin tomar en cuenta sus sueños y proyectos?
Si de niña jugabas a ser doctora o a ser maestra, ¿cuándo se terminaron esos sueños? En algunos talleres que he impartido en secundarias, pregunto a las chicas qué quisieran estudiar posteriormente y cuáles son sus planes de vida. Escucho un sinfín de proyectos. Las chicas están llenas de energía y con miras a un futuro promisorio. Algo ha cambiado, ya que logran pensar en un plan de vida. Antes, el único proyecto elegido o no, era convertirse en esposa y madre. Pero ¿qué es lo que pasa después que se retractan de sus planes y se olvidan de sus sueños?
Ante esta plática y las reflexiones que me provocó no pude más que recordar aquella canción de Bob Dylan que compuso en 1962, llamada “Blowin” in the wind” (Flotando en el viento) que decía: “¿Cuántos caminos una persona debe de caminar, antes de que lo llames hombre? ¿Cuántos años pueden algunas personas existir antes de que se les permita ser libres? ¿Cuantas veces puede un hombre volver su cabeza fingiendo simplemente que no ve? La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento, la respuesta está flotando en el viento”.
Existen opiniones que dicen que el mundo ha cambiado, que vivimos otros tiempos, que hay más justicia, que las nuevas generaciones tienen una perspectiva distinta. Es posible que así sea, pero tal vez sea en otro tema porque en éste de la igualdad de género el avance es muy lento y la cultura permanece sin demoler prejuicios ni forjar conciencias.
En realidad, la respuesta no está en el viento. Sí toma mucho tiempo lograr una transformación, pero la respuesta está en superar adversidades, en aceptar que se tiene la capacidad, en entender que vale la pena luchar por los sueños y reconocer el derecho a vivir sin miedo como mejor nos convenga.