Estoy cierto que las comunidades crecen en la medida en que comparten una visión confiable del futuro, que cuentan con líderes proponiendo esa idea del mañana y que construyen capacidades para lograr ese propósito.
Esto, aplica también a las organizaciones en la medida en que comparten valores, esos “resortes” que nos impulsan a ser mejores.
Sólo que el entorno y nuestra genética han creado condiciones -en algunas partes de la sociedad-, para que se formen delincuentes y causen ellos, muertes y terror y destrucción.
La sociedad frente a este fenómeno ha diseñado leyes, castigos e instituciones que les hacen frente. Una de éstas, junto a las fuerzas armadas federales (Ejército, Marina, FGR y la recién creada Guardia Nacional) es la Fiscalía General de Justicia de Guanajuato junto a las corporaciones policiacas estatales. Pasamos de ser uno de los tres estados más seguros del País a ser el más peligroso.
El 80% de los delitos que se cometen son de carácter federal y el gobierno del Presidente López Obrador se aplica para resolverlo, toda vez que es de competencia suya y no del gobierno de Guanajuato.
Pero ese 20% de los delitos y en general, los acuerdos con las fuerzas federales, recaen en el gobierno estatal; esto es, la Fiscalía General y la Secretaría de Seguridad Pública. Y al frente, a Carlos y a Álvar, a quienes conozco de muchos años atrás, desde sus inicios en la actividad pública.
En estas páginas han quedado constancias de mi recelo hacia la continuidad en automático de autoridades al cambiar de Procuradurías a Fiscalías.
Pero también, el afán como ciudadano, de que las Fiscalías sean autónomas del poder ejecutivo, es decir, la sana distancia del Fiscal con respecto al Gobernador, evitando ser “fiscal carnal” (término popularizado en México para definir al amigo o al compadre de la autoridad).
Al igual que ustedes, me pregunté: ¿hasta dónde puede llegar la Fiscalía y la Secretaría de Seguridad frente al crimen organizado sabiendo que éste comete delitos federales que le corresponde atender ahora a la Guardia Nacional y a la Delegación de la Fiscalía General de la República?
De los delitos que sí son de competencia estatal ¿cómo se ha comportado la estadística para saber si realmente están bajando los homicidios?
Estando cerca de tantos comunicadores y de estudiantes de periodismo se puede uno adentrar a conocer a la Fiscalía y a la Secretaría. Los dos titulares, -aunque los cuestionamos por el proceso de nombramiento-, tienen el perfil y la preparación, así como las pruebas de control de confianza necesarias para esa labor.
Pero también son otras las variables, además del liderazgo, para lograr el éxito contra el crimen: el presupuesto asignado, la tecnología disponible y la más relevante en mi opinión: la selección y formación de los grupos de élite. La “universidad de la seguridad”.
En el pasado, fui invitado (conste, solo invitado, sin aceptar) a dirigir precisamente a la institución federal encargada de la formación de la hoy extinta PF (Policía Federal).
Allí me di cuenta que éste proceso es muy especializado; desde la identificación de talentos hasta la dinámica de evaluación del desempeño.
Por eso, formar a jóvenes con una sólida estructura moral es un desafío y más, cuando se integran disciplinas innovadoras como la inteligencia artificial, el reconocimiento de patrones, los modelos de comportamiento criminal, la minería de datos, la ingeniería financiera, la metrología balística, entre otros.
Instituciones educativas en México ya han incursionado en ofrecer programas académicos relacionados con ciencias como la criminología y la criminalística, pero quien destaca en ser una “universidad corporativa” formadora de talentos, es la AIC, la Agencia de Investigación Criminal, universidad que domina las ciencias de prevención, investigación y contención del delito.
Impresionante -por haberla conocido de cerca-, la profesionalización que tienen de sus miembros y la sólida formación académica.
Siempre he sido crítico de invertir solo dinero público en las tareas de reacción o aplicación de la fuerza, -si no se atienden las raíces de descomposición social que originan la delincuencia organizada-, pero cuando se puede comprobar que están bien aplicados para formar a estos impresionantes cuerpos de élite, solo se puede uno sumar a la formación de estos talentosos jóvenes y a invitar a la sociedad a que reconozca que muchos de ellos deben pasar años de su vida capacitándose en la “universidad de la seguridad”, para más tarde, dar la vida por la comunidad, en las tareas propias de un agente estatal.
Mi reconocimiento a estos talentos guanajuatenses y el honor a quienes han caído en el cumplimiento del deber que tenemos todos por construir una mejor sociedad.