El estado de Guanajuato ha tenido un crecimiento acelerado y constante durante los últimos lustros. Eso se verifica en la progresión de las áreas urbanas que conforman una red de ciudades muy dinámicas, en una zona conocida como el corredor industrial del Bajío. 

Allí crecen León, Silao, Irapuato, Salamanca y Celaya. Ninguna entidad federativa presenta un fenómeno similar de urbanización explosiva como la vivimos, día a día, en esta región.

Conceptualmente, la ciudad moderna presenta un reto especial para ser gobernada, se trata de codificar una relación diferente entre los habitantes de  localidades intercomunicadas, con sistemas de movilidad y una inmensa densidad de redes de toda índole, con los personajes encargados de la gestión gubernamental. 

Hoy, los gobernantes no generan confianza porque se encuentran más ocupados de sus carreras políticas, que por el buen desarrollo de su comunidad. 

Frente a este fenómeno pernicioso, en el caso de la sustentabilidad citadina, es violentada constantemente, acicateada por gobiernos dedicados al botín, y no a la procuración de una buena interrelación con el medio ambiente. 

Guanajuato hoy mantiene un inmenso déficit con la ecología. Y pocos pasos se dan para paliar esta carencia, que ya perjudica a todos.

Siendo la ciudad un “centro de civilización”, como lo definía el urbanista y geógrafo inglés Peter Hall, desde su cátedra en el University Collage de Londres; llama la atención que la comunidad urbana no reaccione convenientemente al deterioro del entorno de nuestra red de ciudades, atrapadas en el vergonzoso récord de metrópolis mexicanas con la peor calidad de aire y con ríos contaminados. Un asco.

La creación de una Secretaría del Medio Ambiente, aún no da testimonio de sus delicadas y vitales funciones. 

Las presiones de la expansión industrial y urbana continúan sin ser reguladas con efectividad, su contención se advierte cada día más distante.

No hay punch ni presencia política significativa. 

No bascula dentro de la agenda del nuevo gobierno, y los problemas continúan acumulándose.

El respeto a las áreas restringidas al crecimiento urbano sufre la desenfrenada ambición de unos pocos individuos, decididos a comprar voluntades gubernamentales a través de cualquier medio, incluso apoyando campañas políticas. Corrupción descarada. 

Por eso, en esta columna, describía, la semana pasada, cómo se ganan las elecciones. Un estercolero.

¿Dónde queda pues el carácter creativo, innovativo y culto de un centro urbano? ¿No suponían los científicos sociales que las propias ciudades irían generando las soluciones de gobierno y sustentabilidad por sí mismas? Pues parece que todo está fallando, por lo menos en Guanajuato.

Y en su capital (no estamos seguros que aún lo sea), inmersa en una profunda cañada, rodeada de zonas de protección ambiental y paisajística, en sincronía con su calidad de ciudad Patrimonio de la Humanidad, padecemos uno de los peores gobiernos de su historia, que ya es decir.

Nuestra red de organizaciones sociales tendrá que librar, próximamente, una batalla trascendental para garantizar una parte de la frontera ecológica del estado: el respeto a los cerros de La Bufa, Los Picachos y El Hormiguero, así como la exigencia de conformar un área natural protegida, en el corazón mismo del estado de Guanajuato. 

Una acción de conservación, buena para toda la región.

La combinación de un gobierno corrupto con un puñado de ambiciosos, decididos a urbanizar el área más significativa y preciada para los guanajuatenses, pondrá en pié de lucha, una vez más, a muchos habitantes de la capital. 

Mientras el gobierno estatal mira impasible cómo la convivencia se deteriora y la confrontación de ánimos se extiende por las callejuelas de la ciudad, el Gobernador ni se inmuta, tampoco la Secretaria del Medio Ambiente y menos el Secretario General de Gobierno, interesado apenas en su ciudad de origen: León.

Esperamos, por lo menos, el acompañamiento de la Universidad de Guanajuato (UG), que teniendo una corresponsabilidad con la ciudad y siendo centro de pensamiento crítico y científico, presenta rasgos positivos como la propuesta de formar un área natural protegida, los análisis de lixiviados de un criminal tiradero de basura a cielo abierto, el impacto de los jales producidos por la industria minera y la propuesta técnica del nuevo Programa de Ordenamiento Ecológico y Territorial (POET). 

¿Tendrá consciencia la universidad de su trascendente posición política en la batalla que se avecina? ¿U optará por dejar sola a la ciudadanía? Ya veremos.

La consulta ciudadana al POET está marcada por una estrategia del gobierno local, sincronizada con los intereses de los pretensos urbanizadores, con el objeto de permitir la devastación de los cerros y empezar a asentar fraccionamientos y oficinas administrativas en las faldas de La Bufa. 

Habrá que frenarlos. La red de organizaciones sociales deberá reaccionar ante la acechanza e impedir cualquier intento de comercializar terrenos tradicionalmente ecológicos.

Los guanajuatenses, si no cuentan con la UG, irán solos a esta justa, pero no hay temor.

Con el  Gobernador no contamos, ni siquiera se para ya en Guanajuato, ha trasladado sus oficinas al Puerto Interior de Silao, lo que significa que su prioridad son los parques industriales, no el tema ambiental. 

La secretaria de Medio Ambiente no considera que el tema requiera de su interés, quizás ni lo conoce. Le vale.

En tanto el Secretario de Gobierno parece haberle cedido amablemente la franquicia política de Guanajuato capital al patético alcalde que oscurece nuestro futuro. Lanzas en ristre.

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