Unos cuantos drones, unos proyectiles tal vez lanzados desde el sur de Irak o Irán rompieron el precario equilibrio de Medio Oriente este fin de semana. Las instalaciones petroleras de Arabia Saudí perdieron de momento la mitad de su capacidad de producción.
Según agencias informativas, habrían sido 10 drones de 15 mil dólares cada uno. David contra Goliat si consideramos el presupuesto de Arabia Saudí de 87 mil millones de dólares anuales en defensa, y que vive enfrentada a Irán y a un grupo de rebeldes Huthi o grupo llamado “Ansarullah” (Partidarios de Dios), en Yemen a quienes golpea sin misericordia desde hace cuatro años.
Los periódicos financieros del mundo hablaban ya de la emisión inicial más grande de acciones de la historia. La oferta pública de la petrolera Aramco estaba lista para salir al mercado en Nueva York.
Una apuesta al futuro integrado de la economía de Arabia Saudí al mundo y una visión futura de un país menos dependiente de su riqueza del subsuelo.
El sueño fue interrumpido por el ataque certero en las instalaciones de la petrolera. La avería le quitó unos 5.7 millones de barriles diarios, más del 5% de la producción mundial, suficiente para crear un triple problema: el económico en la valuación de su salida a mercado de la empresa, la pérdida de ventas en las próximas semanas y el geopolítico porque Arabia Saudí ya no será la fortaleza militar inexpugnable del Medio Oriente.
Los rebeldes Huthi de Yemen festejaron el golpe, avivando la hoguera, incendiando no sólo los balones de petróleo en el desierto, sino la rabia de un país particularmente soberbio.
A pesar de su inversión anual en armamento, un puñado de drones con valor ínfimo le asestaron un golpe al corazón de su estrategia antiterrorista. De paso rompieron el equilibrio mundial de precios del petróleo como no se había visto desde 2008.
Con este ataque arranca una época de violencia no vista desde el 11 de septiembre del 2001, cuando los yihadistas de Osama bin Laden (árabe saudí) golpearon el corazón de Nueva York. Entonces fueron ataques suicidas, hoy son una réplica casera inesperada de los múltiples golpes de Estados Unidos con drones en Irak y Afganistán.
Donald Trump dijo que tenía las armas cargadas y listas para responder si se confirmaba lo dicho por Mike Pompeo, su Secretario de Estado: el ataque provenía de Irán.
Con la moderna tecnología satelital, Estados Unidos sabe ya de dónde provino el ataque, quién lo ordenó y cuáles serían las consecuencias de una respuesta a Irán, ya fuera de Arabia Saudí o de Estados Unidos.
Irán había tumbado ya un dron norteamericano y Trump, enfurecido, dijo haber estado a punto de lanzar un gran ataque pero aseguró que lo había detenido por “razones humanitarias al evitar la muerte de 100 iraníes o más”.
Para México el problema o la ventaja no está en el aumento de la mezcla de petróleo, o en un nuevo gasolinazo; la preocupación es la misma: nuestra economía vive una fragilidad inesperada, si el mundo frena su crecimiento por conflictos armados en Medio Oriente, el crecimiento sería negativo. Quienes lo vivimos, recordamos el ataque a Nueva York y sus consecuencias al turismo y al crecimiento de 2002. Esperemos no estalle otra guerra en Medio Oriente.