La paradoja es que los celebrantes del Partido Acción Nacional recibieron el anuncio de: ¡ahí viene Vicente Fox!, y en vez de volverse cautos, le tendieron la alfombra y atronaron los aires con palmas. ¿Un poco enervados? Pudo ser porque la pasión, dicen los que saben, obnubila la mente al acelerar las reuronas.

Reapareció el grandote triunfalista, a su estilo; llegó el lobo, no para devorarse a esas ovejas sino para exaltar ánimos, a gritos y sombrerazos, cuyo es su estilo, contra la 4Transformación a la que promete y exhorta a partirle la progenitora.

Tal cual en pleito de cantina, no en lucha ideológia, con ideas y acciones estratégicas. Todo eso y algo más al celebrar ese partido político sus 80 años de existencia.

Acudamos a lo meramente imaginario para proyectar ¿cómo hubieran juzgado tal suceso Manuel Gómez Morín (fundador), Efraín González Luna, Adolfo Chistlieb Ibarrola, Antonio Obregón Padilla, Juan Manuel López Sanabria y otros militantes de la época heróica?

Mínimo, el hecho con todo respeto a su ex compañero como persona, les habría producido pena propia ya que exaltar a una gente, por audaz que sea, no es la función de un instituto político a menos que se quiera retornar a los tiempos oscuros del caudillismo.

Traer en ancas a quien les había dado la espalda y a coces los combatió exaltando al nuevo PRI, y “destapando”, por adelantado a José Antonio Meade Kuribreña, antes que lo hiciera el propio Tricolor, resulta un desliz en donde el pudor y la cautela (si es que existen a ese nivel) ,se hicieron polvo. 

Y el imaginario otra vez: si hubiese triunfado el aspirante que abanderó al Tricolor, ¿en dónde se hubiese colocado el señor de San Cristobal? ¡En cualquiera de los dos cuernos de la luna!

El retorno del hijo pródigo resultó más que bíblico. Ahora lo agasajaron, lo subieron al pedestal y, prácticamente, pusieron en sus manos el cetro.

Nada tonto el que en la praxis retoma el mando panista anuncia que ya trabó relación con otros grandes ex albiazules. Y se lleva otros “hurras”. Luego se sabría que su mente calientita tenía eso en proyecto. Los mencionados desmintieron que hubiera sucedido tal. ¡Ajá!

Todo eso, se me puede aclarar que fue meramente anecdótico, una especie de historieta. Está bien. Aceptemos y hasta concedamos que el hecho fue efímero.

Lo profundamente lamentable es que sus propios y actuales dirigentes carezcan de luces mínimas para entender que el PAN, quiérase que no, ha sido y es una institución estructural en la vida política de México, desde hace 80 años.

Nació en los peores tiempos de tormenta electoral. En esos ayeres ser oposición resultaba sacrificio extremo. Los candidatos que se le enfrentaban al oficialismo eran incluso perseguidos, no únicamente  señalados. 

Panistas (y sinarquistas) de ese tiempo merecieron de los amos en el trono, encierro, destierro o entierro.

También a ellos debería pedirles perdón el Estado, porque además resultaba gente pacífica, que en muchos casos su “delito” fue honrar públicamente la Bandera Nacional. 

Los guerrilleros de la 23 de Septiembre querían el poder por la violencia. Fueron homenajeados por órdenes de AMLO; pero esa es otra historia. Por cierto que el actual Jefe del Gabinete debe haberse sentido, por lo menos, muy incómodo.

Marko Cortés, líder nacional panista, perdió la brújula o por ser un hombre mediocre, no del que describe José Ingenieros, sino literalmente diminuto, no tomó en cuenta el pasado y la grandeza de su partido.

En los tiempos heróicos, con su propio dinero los panistas de a pie pagaban su atole y brocha gorda, para difundir ideas o hacer campañas, burlando a los genízaros.

El festejo ochentero fue realizado con un maniqueismo vicentiano, borrando con unos gritos las bondades y entrega de una pléyade cívica que enalteció al País.

Cuánta degradación frente a la grandeza de quienes, seguidos por el pueblo, contribuyeron a forjar la democracia, que no es perfecta, cierto, pero resulta muy lejana a la tiranía. 

No digo que no tenga memoria pero el panismo por un instante se perdió en el artificio, olvidando que, como dice Ramón Llull: “los caminos de la lealtad, son siempre rectos”.

¿En dónde los grandes oradores panistas, los estrategas, sus sociólogos o filósofos, estructuralistas, politólogos?

Fue una vergüenza histórica que la broncudez foxiana haya sido el timbre glorioso del festejo.

Triste y deplorable ejemplo para un pueblo que quiere y reclama de los partidos que salgan del pantano, superen la medianía y se lancen a las alturas de una lucha por el poder con las armas de la ley, la fe y eso que se conoce como dignidad y heroismo.

Los albiazules debieron realizar, con sus expertos, una especie de examen de su actuación, para encontrarse incluso con sus errores que, como organismo viviente constituido por humanos, los tienen.

¿Cuántos panistas le han entrado al moche y nutren sus alforjas con jugosos negocios, para los gobiernos de su color? Acordémonos que del cielo a la tierra no hay nada oculto y que lo tonto y rico brota por los poros.

Mucho, de haber ido a la historia y conciencia de ese partido, pero sin miedo a la verdad, tuvo que haber aflorado para proyectar una época de resurgimiento, que el pueblo espera ansioso.

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