Ustedes, lectores estimados, se van a acordar de un personaje de nombre Ángel Aguirre Rivero. Fue quien pretendió ser candidato a diputado federal por la alianza PAN-PRD, en las pasadas elecciones.
Fusión político-electoral por demás absurda no tanto por las ideologías contrapuestas sino en razón del declive a donde las tribus llevaron al nada viejo partido que declinó por falta de visión y congruencia; pero ciertamente, como dijo la viejita: es otra historia.
La trayectoria de ese pálido aspirante resultaba tan nebulosa que no hubo ni persona o grupos que lo avalaran. Se quedó chiflando en la loma de Chilapa, sin futuro político.
Había ejercido como Gobernador en el estado de Guerrero, precisamente en los tiempos que fueron asesinados 43 normalistas.
Hoy el personaje vuelve al escenario, para declarar ante de Fiscalía General de la República.
Dijo todo lo que hizo su gobierno a favor de la escuela normal de Ayotzinapa; pero de los desaparecidos y sus victimarios no expresó una palabra.
Se deslindó totalmente del alcalde de esa época en Iguala, José Luis Abarca, preso junto con su mujer por los sucesos que han sacudido la conciencia nacional.
Sostuvo el ex Gobernador que “no tenía ningún motivo para hacerles daño a los estudiantes”.
Esto último puede ser una enorme verdad, lo que deja una duda gigantesca es que no hubiera sabido todo cuanto ocurría en esa crisis de inseguridad en su propia entidad.
Un gobernador, que lo es de día y de noche, cuenta con información instantánea y fidedigna de lo que ocurre en todo su territorio. De otra manera es inútil, irresponsable y hasta cómplice por omisión.
Es infantil aseverar ignorancia supina de sucesos graves que todo el mundo político conoce, menos el Gobernador.
En el supuesto que nos plantea Aguirre Rivero, él, a la hora que llegaron los normalistas a Iguala, ya descansaba en su poltrono. Y, se supone, había ordenado que por nada y para nada se le fuera a molestar.
¿Es creíble que en tanto sicarios o policías secuestraban a esos jóvenes, nadie se atreviera a comunicarle nada al personaje principal en la casa presidencial o el palacio de gobierno?.
Y ofende al sentido común político, que ni los más próximos asistentes, secretarios A y B, digamos, del Mandatario, hayan recibido a tiempo datos de lo que acontecía.
Ese absurdo descomunal es una enorme rueda de molino con la que nadie sensato podrá comulgar, menos la Fiscalía Federal.
Palacio de Gobierno Estatal, tapiado o sea cerrado a toda nota o comunicación en esos días y a las horas críticas, es como para pensar que en Chilpancingo nadie hace ni murmullos para no incomodar “al señor”.
Hubieron de transcurrir buena cantidad de horas para que esos estudiantes normalistas fueran capturados y llevados a determinados sitios. ¿A hurtadillas, sin ruido para que Aguirre no lo supiera ni sus serviciales especializados en olfato político y hasta criminal? ¡Ni Ripley lo supondría!
Al día siguiente la noticia sacudió al País, la conciencia nacional se llenó de pavor.
Es pertinente preguntarnos ¿cuál fue la actitud del Gobernador, qué medidas asumió de inmediato? Los datos que le fueron proporcionados debieron provocar acciones del cuerpo de Seguridad en la entidad.
Sus sabuesos tuvieron que seguir la pista de la rufianesca desatada. Los cómplices, del tinte o color que se quiera, locales, federales, uniformados o no, seguro fueron identificados por los agentes de la entidad.
Es seguro que Ángel Rivero tuvo en unas horas, ante su escritorio, la realidad sin ocultamientos ya que, de otra manera era de suponer que sus agentes resultaban cómplices si le repetían que “no ocurre nada”; como eso no es posible lo que debió decir ahora ante la Fiscalía General de la República fue la verdad absoluta y el papel que él asumió en esos hechos terribles.
En todos los gobiernos, de la dimensión que se quiera, existe una memoria de cuanto acontece, como si dijéramos especie de relatoría del diario acontecer, Guerrero, como estado y más en condiciones convulsas ha de contar con tal documento esto, claro está, si no lo han desaparecido.
Ello impone que la Fiscalía General de la Federación ordene rescatar tal memoria no tan solo para confrontarla con lo dicho y el deslinde del ex Gobernador, sino para encontrar luces que lleven a la verdad de esos hechos ominosos.
No se vaya a suponer que termino esta colaboración con una ironía, pero es necesario saber si panistas y perredistas todavía consideran al ex mandatario de Guerrero, Ángel Aguirre Rivero, como elemento activo y útil para la política.