El grave problema del poder es que no todos lo soportan y muy fácil se infectan del hybris, la locura de la afirmación del “yo”.

La arrogancia es uno de los síntomas de esa enfermedad. Es altamente contagiosa y una vez contraída se dispersa entre sus más cercanos colaboradores. 

Cuando la afección está muy avanzada es de difícil cura, porque el mareo es terrible, sufren de sudoraciones, transpiran soberbia, se desorientan, no oyen y no ven, pierden el piso y no hay sentido común que los haga reaccionar.

Esta pandemia está muy propagada en el mundo político. Observe usted a su alrededor, por ahí andan políticos que ya tuvieron su momento de demostrar y cumplir; actualmente, son solo restos del ayer, pero quieren seguir siendo factótum, añoran el poder que ya no tienen, se presentan como eternos redentores y, en cuanto les prestan el micrófono, pontifican, dicen saber el a, b, c& de todo y se sienten superiores moral e intelectualmente a los gobernantes actuales.

Desde que era presidente Felipe Calderón, su enfermedad del hybris era peor que la del alcoholismo. Esto lo aisló y se quedó solo. 

La convocatoria, que en su momento hizo, a la clase política y organismos no gubernamentales para solicitarles unidad y apoyo en la guerra contra el narco, habla de su soledad:

La parábola bíblica del “Hijo pródigo”. Así increpó a los fantasmas de las ausencias: “Se trata de un rey que invitó a sus amigos y gente importante a las bodas de su hijo y llegada la hora no asistieron, lo desairaron, motivo por el cual tuvo que salir a los cuatro caminos a invitar a cualquier caminante que pasara por ahí, para llenar así las mesas ya listas y servidas&”.

La exposición del Presidente es reveladora. Muestra a un Presidente que caminaba en solitario; como al rey, lo habían dejado solo. Los políticos y amigos no querían compartir los costos políticos de una guerra perdida. 

Los efluvios del poder mareaban al Presidente y lo hacían delirar que la guerra era
una continuación de la política& Cuando en verdad, la guerra es el fin de la política.

Calderón vio en su declaración de guerra el camino glorioso, que le daría las guirnaldas del triunfo y que a la vez disiparía cualquier duda de legitimidad y le permitiría consolidar el poder. 

Pero, dice Von Clausewitz: “Para ganar la guerra, se requiere información, cálculo e inteligencia”. 

El Presidente confesó que no tenía información apropiada para dimensionar de antemano el conflicto.

El ejercicio del poder siempre cobra los errores, no se ejerce impunemente; y, creerse superior al resto de los mortales, es un gravísimo error que al final se paga con la Némesis, la justicia retributiva: “La Diosa de la justicia, cumple su función educativa a través de la tragedia y terribles castigos para los mortales dominados por la soberbia”.

El peor enemigo de un político no es otro político ni la sociedad civil ni los medios. El peor enemigo de un político es la soberbia.

P.D. Muy bien el Gobernador, por sus palabras y sus referencias históricas sobre Guanajuato, en el evento de Hannover Messe. Éstas transmitieron entusiasmo y arrancaron fuertes aplausos&
 

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