Los diputados aprueban cárcel para quienes usen facturas falsas. La defraudación fiscal será considerada como delincuencia organizada y un delito contra la seguridad nacional, que amerita prisión preventiva; y, además, a quien se le encuentre culpable de este delito se le podría imponer prisión hasta por nueve años. Buscan combatir la evasión fiscal y la emisión y uso de facturas falsas.
Gustavo De Hoyos, presidente de la Coparmex, advirtió que, si las reformas que castigan la defraudación fiscal con penas equiparables a la delincuencia organizada afectan el interés de las empresas asociadas, promoverá amparos la Coparmex. ¿Se le fue la confesión no pedida?
¿Entendimos bien? A confesión de parte, relevo de pruebas, dicen los letrados.
El Presidente respondió durante la conferencia mañanera: “Esa postura los deja muy mal parados.”
Insistió en que es “increíble” que se escandalicen y no protesten contra los que compran y venden facturas falsas. “Le han hecho mucho daño al país, pues la Secretaría de Hacienda deja de recibir hasta 355 mil millones de pesos por la simulación y el engaño. Me dejó anonadado este asunto. Si ellos no falsifican facturas, si no tienen empresas fantasmas, ¿por qué están tan preocupados?”.
Algunos se preguntan: Pero, ¿por qué hay que pagar impuestos? ¿Para qué?
Por un lado, la visión puramente liberal sobre este cuestionamiento sostiene que los impuestos son un robo por parte del Estado, hacia las personas y hacia las empresas.
En torno a esta visión, el economista francés Frederic Bastiat, en el siglo XIX, acuñó el término de “Expoliación Legalizada”. Para él, los impuestos son similares a cualquier robo, sólo que legalizado por una Ley.
Por otra parte, en la visión tradicional del “Estado Social”, los impuestos son la contribución que hacen los ciudadanos para pagar la burocracia, colaborar con el financiamiento que se requiere para la provisión de bienes y servicios públicos, y es un mecanismo de redistribución de los ingresos mediante programas sociales y otros.
Dicho lo anterior y aunque los impuestos tengan su respaldo jurídico, fines necesarios y nobles, no es popular cobrar impuestos, es un tema muy sensible para el ciudadano: Esto porque cuando Juan pueblo se tiene que apretar el cinturón para darles más dinero a los gobiernos, tradicionalmente obesos, ineficientes y deshonestos, entonces viene el malestar y se genera una gran tensión social.
Este ejemplo podría ilustrar lo delicado de subir los impuestos: Cuando Inglaterra intentó subir los impuestos a sus 13 colonias en América, no fue bien visto por los colonos.
La nueva Ley del Té provocó enojos y resistencias, así que en 1773 un grupo de norteamericanos abordó uno de los barcos que llevaba el té, y arrojó la mercancía al mar.
Este incidente fue la chispa que inició la revolución. De allí nace la célebre frase: “No taxation without representation”, no me pongas impuestos si no tengo representantes elegidos.
Pero, ¿por qué en México hay tanta resistencia a pagar impuestos, si apenas se cobra una tasa media en referencia al resto del mundo? El problema fundamental reside en la desconfianza, en la ausencia de transparencia fiscal y en la falta de correspondencia entre el pago de impuestos y beneficios en los indicadores de bienestar, educación y salud y seguridad.
Además de que no se invierten bien y los escándalos de corrupción son continuos; atónitos se quedan los ciudadanos al enterarse, día con día, de los exorbitantes moches y deshonestidades de servidores públicos.
A causa de esto, en México no se pagan los impuestos por convicción, sino por miedo a una auditoría y ser descubiertos.
El ensayo dialéctico de Friedrich Hegel, “Del amo y el esclavo”, podría ilustrar el tema de obedecer por miedo. Pone como ejemplo la religión positiva, en la cual el hombre sólo se somete porque le teme a Dios, un dios castigador, el amo absoluto, y por ello obedece a mandamientos y leyes.
Según Hegel, la Historia empieza cuando hay dos conciencias enfrentadas, que son dos conciencias deseantes del mismo deseo. La resolución del conflicto surge cuando una de las dos conciencias cede por temor a la otra y prefiere ser una conciencia sometida antes que una conciencia muerta.
Es decir, la conciencia que cede prefiere vivir en la servidumbre antes que morir; es entonces, más potente su miedo a morir que su deseo de ser reconocido por la otra conciencia.
Por su parte, aquella conciencia en la cual el deseo de dominar es más potente que su temor a morir es la que somete a la conciencia que cedió por miedo.
Así pues, aquí tenemos a un amo y a un esclavo: Hacienda y el ciudadano.
Hacienda desea tu deseo de dinero y tu deseas tu dinero; pero, por miedo, acabas sometiéndote al deseo del amo.
Los gobiernos en México saben perfectamente bien que muchos ciudadanos evaden al Fisco. La recaudación a nivel nacional solo alcanza el 12% del PIB.
Esto es menor que el promedio en Centro y Sudamérica que es el 16%. Pero, de cierta manera, los gobiernos han tolerado esto para que permanentemente no pueda alzar la voz el ciudadano por el sentimiento de culpa como evasor.
Así, no se atreve a exigir sus derechos o encarar gobiernos corruptos.
Cuántas veces usted ha escuchado a tanta gente decir: “No estoy de acuerdo, pero no puedo manifestarme ni hablar fuerte porque me mandan una auditoría”.
Es decir, aceptan ser esclavos, tienen miedo, prefieren perder su libertad de expresión, pero evadir el pago de impuestos a su amo.
La evasión fiscal es uno de los síntomas más evidentes del deterioro de los principios de responsabilidad social de las generaciones actuales, y no sólo es una dificultad de recaudación económica, sino también una muestra de la pérdida del sentido de obligación con la comunidad y la pertenencia a ella.
Por otra parte, la corrupción gubernamental es un factor que incide de manera franca y determinante en la negación del pago de impuestos.
En la Estafa Maestra el Gobierno se valió de facturas falsas; también, las empresas fantasmas han sido práctica común en la corrupción gubernamental.