Nuestra intención en la publicación de la semana pasada no era continuar con esta ficción sobre “El día que se fue Rosita&”, en el cual omití expresar que cualquier semejanza con la realidad, sería mera coincidencia. Pero me di cuenta en el transcurso de la semana al recibir varios mensajes por correo, por WhatsApp y personalmente mediante llamadas o entrevistas directas, que el tema que había percibido interesante, encontró en los amables lectores homologaciones sobre casos similares en lo particular y me cuestionaron acerca de la continuación de ese relato y su desenlace por lo que ahora pasaré a extenderlo y concluirlo. Aunque es menester mencionar que algunos de los comentaristas me dieron diversos nombres de sus respectivas “Rositas”, tales como “Eladia”, “Pelancho (Esperanza)”, “Mary”, “Chuya”, Chayito, Martha y otras.

De aquel matrimonio de Rosita con el Maestro, consecuencia lógica, nació un bebé, varón, que su madre lo procreó con mucho cariño y felicidad, esperando así reaccionara más positivo su esposo; pero el destino seguía sin sonreírle y lejos de obtener solidaridad de apoyo, no digamos en el amor sino en los gastos por parte del Profesor, éste, rehuyendo su obligación y responsabilidad, los abandonó y muy de vez en cuando pasaba a saludarlos y más que por cariño solo por curiosidad iba percatándose del desarrollo y crecimiento de su hijo.

Por fin, un día Rosita hastiada y acorralada por los gastos que no podía sufragar se decidió a demandar el divorcio y la pensión alimenticia al susodicho Maestro, para lo cual fue necesaria una labor de búsqueda y localización del Mentor en los lugares donde podría laborar y que Rosita sabía que frecuentaba, todo ello por encargo de los abogados que de forma gratuita la iban a ayudar en la promoción legal de ambas medidas.

El día llegó y una tarde en las afueras de las instalaciones del Seguro Social, después de dos horas de espera, vio salir Rosita a su marido, quien se dirigía hacia un auto estacionado cerca de la entrada y con una mujer a bordo, antes de subirse, el Maestro fue confrontado por Rosita reclamándole su abandono y proceder, preguntándole por la mujer que lo esperaba en el carro, dirigiéndose también hacia ella la cual al sentirse aludida se sumó a la pregunta para el Maestro, ¿quién es esa mujer?; se subió al auto y solamente escuchó Rosita que le dijo “retírate, vete, no se que haces aquí”, haciendo la seña a la mujer que conducía que arrancara, creyendo que Rosita lo buscaba para rogarle su retorno a su casa, sin saber en realidad que era para indagar si todavía estaba trabajando en esa dependencia y proporcionarle al Juez los datos para descontar de su sueldo la pensión alimenticia para su hijo.

Además de ese trabajo, Rosita logró investigar que también laboraba en otro turno en una escuela particular, proporcionando los datos de la misma a sus abogados. La demanda avanzó, se notificó al demandado, quien indignado sobremanera inmediatamente buscó a Rosita para reclamarle, amenazarla y exigiéndole que retirara dicha demanda; pero ella previamente aconsejada por los profesionistas que llevaban su asunto, ya no le hizo caso y, por el contrario, le advirtió que no siguiera por ese camino porque podía ser denunciado penalmente por violencia familiar. 

Ya habían pasado casi doce años de aquél matrimonio y de la indiferencia, abandono e irresponsabilidad del Maestro que no honraba tan noble profesión, por lo que Rosita ya estaba más convencida y había aceptado la realidad de su situación.

El hijo de Rosita, con mucho esfuerzo, ya casi de diecisiete años, estudia y trabaja, y trabaja tanto como su mamá. En tanto aquél Maestro abusivo e irresponsable, ya viejo, solo y al parecer enfermo, le suplica a Rosita ya no le descuenten el 30% de su pensión jubilatoria y que lo perdone.

En pláticas con ella cuando nos suele visitar, recuerda aquellos pretendientes que tenía como el repartidor de Soni Gas, el surtidor de los refrescos y el agua purificada, un taxista que la cortejaba y aquél chofer de tráiler de autotransporte federal que después de sus largos viajes, iba a invitarla a salir algún fin de semana; pero Rosita pensó que era mucho mejor un Maestro tan educado, con buena presencia, con madurez y mejores recursos; ¡cuán equivocada estuvo!

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