En “días de muertos”, pero rodeado de jóvenes y su vida. Entre catrinas y flores de cempasúchil, gozo de su energía y animo esa idea de que su futuro será mejor.
Sí, con millenials y “generación z”, la labor de los educadores es sí, recuperar sus tradiciones, pero también mirar juntos el futuro cuando esa carencia lleva a muchos a la depresión y a la desesperanza.
Mis alumnos hicieron el festival “en el ombligo de la luna” y como eventólogos muchos de ellos, crearon altares, calaveras y catrinas, marchando por las calles, desde la Calzada hasta la Presidencia.
Comparto con muchos jóvenes estos días para entender su sentido de la muerte en sus zombies, en sus altares, en sus “Catrinas”. Nuestra “Catrina” nace de un grabado en metal con autoría de José Guadalupe Posada y que se inmortaliza en el mural “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central” de Diego Rivera.
Él, re-adaptó el concepto de la muerte, la bautizó como “Catrina” y le añadió nuevos atributos, ropa, porte y elegancia.
Para Diego, “La Catrina”, la calavera, no tiene ropa sino únicamente el sombrero y es una crítica a muchos mexicanos que, tengan o no, quieren aparentar un estilo de vida ostentoso que es pasajero; el Catrín es el que presume y porta trapos para aparentar lo que no es y con eso por décadas, los mexicanos nombramos al bien vestido como “catrín”.
A los mexicanos la muerte nos venía siempre como amiga; le atraemos, le sonreímos, en un esfuerzo para creer que está lejana, solo que hoy es distinto: la muerte estos días en México es real y nada festiva.
“La Catrina” para nosotros mexicanos es la representación de la muerte -y paradójico que en tiempos de Días de Muertos- tenía la verdadera muerte que rondarnos más en México.
Con tantos duelos y malas noticias, la calaca se planta frente a nosotros. Amiga y colega, en nuestra cotidianidad “La Catrina”, la muerte, la flaca, era más fiesta y visita cuando la atraíamos para celebrar alegremente, pero hoy tenemos que recordar no a nuestros deudos sino a los muertos de todos, a los que hemos matado todos, a los más de 30 mil que ya llevamos este año.
Los hechos de muerte que provoca el narcotráfico, los secuestros, las extorsiones, los robos, los asaltos, los asesinatos, la ola delictiva que era más lejana a nuestra ciudad y estado, se transforma de estadísticas en datos concretos que están en la esquina y en nuestra gente cercana y querida.
Sí, la calaca se nos acerca fría. Nuestra cultura recuerda a los muertos cuando los días son más largos y se acerca el invierno. ¿Pero, dónde está el origen de estas muertes prematuras que provoca el narco?
Está en el rompimiento del tejido social, en esa red que permite que las comunidades construyan su porvenir y que, al romperse, se hace desesperación, robo, frustración en todos los niveles sociales para producir y vender droga en esa dimensión, la más baja que podemos tener los seres humanos para matar a otros.
Desde los años 80, el modelo económico de nuestro querido País cambió de ser cerrado (endógeno) a ser abierto (exógeno); de basarse en la dinámica interna a hacerlo en la inversión extranjera.
Los indicadores macroeconómicos crecieron con la inversión foránea pero los microeconómicos reflejaban la caída del ingreso real.
La apertura comercial se transformó en la muerte de muchas empresas mexicanas y en la entrada de los grandes consorcios; tuvimos más ricos con el 2% de la riqueza y más pobres hasta el 60% del total.
País rico y pueblo pobre. Sociedad que quiere comprar y ponerse todos sus trapos como si se los llevara a otro tiempo, a otro espacio.
Pero cuando Posada-Rivera y los mexicanos de su tiempo crearon a “La Catrina” como personaje ficticio que refleja a la rica que todo tiene y que en el más allá todo pierde, nos legó una referencia para nosotros hacerlo disfraz de nuestros propios trajes y vestidos que hoy usan nuestros jóvenes y que traen al presente a Frida, a José Alfredo, a María Félix, a Pedro Infante…
Posada nos dejó con “La Catrina” el complemento para que festejáramos en Días de Muertos y nos riéramos de nosotros mismos.
Los altares llenos de colores, flores, incienso, alimentos, apegos, recuerdos y tradiciones son esa manera tan nuestra de querer recordar que también seremos humo y nos vestiremos de verdad, como Catrinas.
Hoy en León la cultura urbana refleja una mezcla de lo anglosajón donde el Halloween es una fiesta infantil de recolecta y convivencia; donde la postmodernidad crea “zombies” como representación de un cadáver que de una u otra manera puede resucitar y volver a la vida, como altares de muertos de origen prehispánico y las Catrinas expresión moderna de nuestra cercanía con la muerte.
Hoy nuestros altares son de jóvenes muertos y cantidad de mexicanos caídos, secuestrados, desaparecidos y que se arrancan la vida.
León estos días se llena de vida con la muerte; recordamos a nuestros muertos para nosotros mismos recordarnos que los alcanzaremos; los jóvenes con sus gritos, música, bailes, esperanza, nos alegran y expresan libres, sus temores y gozos con sus propios temas de esperanza, haciéndose “Catrinas” hasta llegar al ombligo de la luna.
*Director de la Universidad Meridiano, AC