Hace unas semanas, el Instituto de Rehabilitación y Educación Especial de León, Gto. A.C. cumplió 50 años de su fundación ideada en un inicio por padres de familia para brindar atención a un segmento de la población con discapacidad intelectual, ya que en ese entonces la ciudad de León no contaba con ese servicio.
En la actualidad se ofrece educación especial, rehabilitación, capacitación e integración a través de talleres como el de cocina en el que diariamente un grupo de alumnos elabora 50 desayunos para los chicos del instituto y van aprendiendo todo el proceso: picar, cocer, guisar, asar, etc. con el apoyo de la maestra titular.
Se imparten también talleres de pintura por una mamá voluntaria, la cual ha desarrollado las habilidades artísticas de los alumnos logrando que participen en concursos de arte local e internacional donde algunos ya han ganado premios.
Otro de los talleres es el de trapeadores, donde los chicos aprenden a manejar máquinas con cierto grado de complejidad para la elaboración de los trapeadores, aprendiendo todo el proceso que se requiere.
La directora Alicia Franco, más conocida como Lichita, quien lleva muchos años dirigiendo la institución, ha hecho muy buena mancuerna con la administradora general, Ma. Milagros Anda, quien con la disposición que la caracteriza fue la que me narró con gran amor y sentimiento las maravillosas historias que florecen en el instituto gracias a su gran labor de rehabilitación y educación.
Paquito, como cariñosamente le llaman, fue diagnosticado con síndrome de Roberts desde su nacimiento. Esta es una enfermedad genética que se caracteriza por un retraso en el crecimiento prenatal (de leve a grave) y malformaciones en las extremidades.
Ahora Paquito se ha convertido en un joven con muchas habilidades, desde que llegó a la institución mostró una gran voluntad y amor a la vida. Con sus cortas extremidades él es parte integral del taller de cocina en donde prepara alimentos, los corta, lava trastes, con sus pies se impulsa en su silla de ruedas para alcanzar la tarja sin impedimento alguno.
Paquito ama cantar y lo hace con entonación, escribe, dibuja, sabe leer muy bien y se puede vestir e ir al baño sin necesidad de nadie. El amor a la vida lo aprendió de su mamá, quien nunca se rindió, a pesar de saber que su hijo iba a nacer con este síndrome.
Al poco tiempo de nacido a la señora le dio cáncer, y así con su enfermedad lo siguió apoyando para que siguiera estudiando y siendo su apoyo hasta su último aliento. Ahora es un joven que nunca se rinde y siempre sonríe a la vida.
En el caso de Toño Hernández Gallo, es un alumno que ingresó al IREE desde muy pequeño teniendo un diagnóstico de discapacidad intelectual y retraso mental. Aquí inició su educación desde preescolar, primaria especial y talleres.
Durante unos años se integró al taller de trapeadores en donde aprendió a la perfección el manejo de máquinas, el orden, puntualidad, responsabilidad y limpieza que se deben tener como cualidades en cualquier trabajo.
Ya con conocimientos básicos matemáticos, de lectoescritura y manejo de máquinas, se gradúa e integra a la vida laboral empezando en el Centro de Ciencias Explora, en donde estuvo por un tiempo aproximado de seis años.
Posteriormente, ingresó a una empresa recicladora del señor Enrique Dorantes, en donde maneja máquinas en el área de producción.
Al morir su papá se hizo cargo de su mamá haciéndose responsable de la casa. Toño es un claro ejemplo de que una persona con discapacidad intelectual que recibe apoyo y educación puede integrarse a una vida laboral, ser feliz e independiente.
El apoyo de la sociedad es muy importante para poder lograr casos de éxito como éstos.
Los donativos económicos son necesarios, ya que la mayoría del alumnado es de escasos o nulos recursos económicos. Así también es esencial el apoyo de personas voluntarias.
Muy cierta la frase de Jim Abbott (destacado beisbolista que nació sin la mano derecha): “La discapacidad no te define; te define cómo haces frente a los desafíos que la discapacidad te presenta”.