Con el notable desarrollo industrial que ha tenido Celaya en los últimos años, se presenta un fenómeno de migración que influye enormemente en el modo de vida de la ciudad y la región. Estos movimientos de población se pueden clasificar en externos e internos, así se ven cada vez más japoneses, españoles, estadounidenses y de otros países que trabajan en las fábricas, armadoras, proveedoras, etc. Que se asentaron en la región Laja-Bajío, también vemos mexicanos procedentes de Coahuila, Estado de México, San Luis Potosí, CDMX y muchas otras entidades que llegan a trabajar a esas empresas.
A todas esas personas se les puede considerar migrantes voluntarios, pero existen asimismo los migrantes forzados que llegan de los estados más pobres del país y de los países centroamericanos que además de pobres son violentos y peligrosos para la vida. Estos, muchas veces están de paso en su intento de llegar a los Estados Unidos en busca de seguridad y trabajo, otras veces consiguen quedarse aquí cuando han fracasado en su búsqueda del “sueño americano”, se asientan en las colonias periféricas y engrosan las filas de los pobres que demandan trabajo y servicios públicos en asentamientos precarios.
Mientras que los primeros piden servicios que se pueden considerar de lujo como serían restaurantes, clubes de golf, casinos, etc. Los otros piden agua, drenaje, banquetas, calles, escuelas, clínicas de salud etc. Por eso hemos visto también que aparecen restaurantes japoneses y españoles, tiendas con productos de esos países etc. Pero no todo es agradable para esos desplazados privilegiados pues son sujetos de la misma inseguridad que nos rodea a todos y sufren los mismos riesgos y ataques a ellos y sus propiedades que padecemos todos por igual, así que se protegen, se aíslan o se van.
Conozco casos que prefieren dejar la ciudad cuando los casos de inseguridad se repiten sumándose a los desplazados locales que huyen de las extorsiones, robos, violencia física o hasta asesinatos que los rodean. Los primeros lugares en inseguridad que vergonzosamente ocupan Celaya y otras ciudades del corredor industrial afectan a todos. Sin embargo, las autoridades minimizan estos hechos, los consideran aislados o de plano los niegan en un inútil esfuerzo de ocultar una omnipresente y cotidiana triste realidad.
Las estadísticas nacionales, estatales y locales confirman estos lamentables hechos y las autoridades se regodean en los mínimos descensos en algunas cifras cuando los daños son palpables en muchos espacios de la sociedad. El reciente atentado que sufrió el jefe de policía de Celaya con más de 500 disparos, entre ellos muchos de un muy alto calibre y que no penetraron el blindaje de su vehículo lo llevaron a renunciar al puesto que ya le ha costado la vida a otro jefe y la renuncia de otra media docena en los últimos años.
Al grado que se habla de traer a un jefe de otro estado para tratar de paliar o menguar esta lamentable situación. Las propuestas de solución del gobierno federal referentes a los apoyos económicos a los jóvenes y los puestos de trabajo traerán resultados a más largo plazo, se esperan efectos más inmediatos con la presencia de la Guardia Nacional.