Sobrevivir, por lo menos, es el impulso de los migrantes”. Realidad inevitable.

John Fardon y Victoria Parker en su historia del mundo, que abarca casi todas las épocas, tienen un hilo conductor, sea para registrar las conquistas o avances de los pueblos o para mostrar la grandeza de los mismos: la migración.

Pero no solamente ellos sino todos los autores serios con el Códice Mendocino, México a Través de los Siglos, Melgarejo Vivanco o Jerónimo de Alcalá, en su Relación de Michoacán, se fundamentan en el mismo fenómeno.

Nos describen y precisan ese importantísimo valor. 

Tal realidad, consustancial al mismo progreso, ha tenido, como si fuera el electrón y el protón de la especie humana, dos muy marcados  elementos: la necesidad o la ambición; bajo las cuales subyacen el voluntarismo y la transacción.

En lo que ahora es México y si pretendemos entender con luz meridiana la histora en su cabalidad, podemos decir que incluidos los territorios que Estados Unidos se apropió gracias a los grandes traidores nacionales, fueron caminados por nuestros ancestros en lo que parecía eterno peregrinaje, en busca originalmente de alimento.

Eso que fue impulso de sobrevivencia no descarta el visionarismo ya que en su andar buscaban sitios grandiosos para asentarse y construir imperios. 

Sus luchas, entre tribus, fueron incontables porque un señorío se imponía a otro y dominaba temporalmente. Se producían de tal manera las guerras intestinas.

La migración, que es preciso reiterarlo, ha sido un fenómeno universal y permanente, respecto a lo cual debe decirse que generalmente es necesaria.

Melgarejo nos describe, con claridad y visión de un pasado remoto, cómo en Veracruz el nomadismo cazaba animales y se nutría de vegetales, hasta que aprendió la crianza y el cultivo que fueron bases para el sedentarismo.

Otro tipo de migraciones fue la de los que llegaron a esta tierra de ultramar. Españoles; pero ellos arribaron, luego de Colón, con la  visión básicamente de dominar, a como diera lugar, bajo sus supuestas e incumplidas leyes, normas guerreras y abusos incontables.

No llegaron para sobrevivir, sino a imponerse.

Los migrantes, por regla generacional, dejan no solo huellas de su hacer y entender el mundo, sino nuevas generaciones que se mezclan para cruzar las razas, de donde a José Vasconcelos le fluyó la visión de “La raza cósmica”.

Vale anotar que los primeros españoles no produjeron un mestizaje al mezclarse española con indígena, sino español con nativa. El proceso de vinculación plena se dio muchos años después.

Los africanos, en cambio, sí se entrelazaron, aunque del príncipe Yanga no hay datos de su descendencia. Los historiadores no profundizan a tal nivel genealógico, aunque sí destacan que fue quien lanzó el primer grito contra la esclavitud logrando que los esclavos se rebelaran, para convertirse en libres o zimarrones.

Sin embargo, vale la pena precisar que a toda América, sin contar Estados Unidos, fueron traídos de África, 40 millones de personas, según precisa Carlos Pereira en la Breve  Historia de América, de las cuales 10 millones murieron en altamar y fueron lanzadas a los tiburones.

Esos migrantes eran transportados en galeras de los barcos, como animales. Allí les daban escaso alimento; la higiene no contaba sino para producir epidemias.

Al llegar al puerto señalado, se les bañaba y exhibía a los compradores que requerían esa mano de obra, generalmente, para el cultivo de la caña.

En el país del Norte la explotación y discriminación de la negritud fue radical a grado que por rumbos de Texas había en los restaurantes letreros que indicaban: “No se admiten perros, ni negros o mexicanos”.

El último bastión de lucha por la liberación y la igualdad se dio en Alabama. A pesar que se cantaba: “Ya me voy para Alabama donde se encuentra mi amor…”, la esclavitud, hace pocas décadas, era impuesta por los blancos escabezados por un racista recalcitrante, George Wallace, quien fue gobernador por dos periodos, el último lo ejerció en silla de ruedas. Otro más lo cubrió su mujer.

Fue grandioso escenario del apóstol de la libertad e igualdad: Martín Luther King.

Si nos ubicamos en el presente respecto a la migraciones, hemos de observar que las impulsan dos factores: La criminalidad y el hambre.

No únicamente las caravanas de Centro América arriban a México, vienen de latitudes mucho muy lejanas con el afán de llegar por el sueño americano, a los Estados Unidos.

El señor AMLO, que habita Palacio Nacional, cuando se inició el peregrinar masivo fue tolerante y hasta condescendiente a grado de prometer trabajo en México para los viajantes; pero ellos no anhelan un salario como el nuestro; buscan entrar a tierras del Tio Sam, para ganar dólares.

El paso por México fue expedito y hasta alentado con puestos alimentarios en estadios y carpas enormes, creadas ex profeso, para darle alimento, cobijo y medicina a las caravanas.
Pero cuando el presidente norteamericano, mister Trump, endureció su política contra los migrantes, México (su Gobierno, para decirlo mejor), se convirtió en un país retén a grado que el Presidente norteamericano declara que no urge el muro a lo largo de su frontera, porque tiene a los miles de la Guardia Nacional mexicana como elemento de contensión.

Más a pesar del tráfico, las retensiones o regresos masivos de personas a los países de origen, la migración, como en Europa, aquí no se detendrá. El hambre, la miseria -no pobreza-, son como ya se señaló, impulsos vitales para el riesgo.

Los milones de dólares que México y decimos sólo México, ha canalizado a Centroamérica, no tendrán los resultados  que se supone producirían, tanto porque no existe un plan claro, preciso y efectivo para rehabilitar esas sociedades como por la falta de honradez de gobiernos deshonestos.

¿Alguien recuerda hoy la Alianza para el Progreso? De tales fondos al campesino le llegarían 33 centavos de cada dólar, para que pagara el 100% de la inversión. Los otros 67 centavos del billete verde, se los chupaban líderes y burócratas. ¡Qué raro!

Y dirán mis estimados lectores: ¿qué se debe hacer?

Primero, en los países azotados por las pandillas en el  poder, levantar el civismo a la altura que permita derrotar al crimen y las mafias de políticos, que tienen bajo sus pies, como su patrimonio a los pueblos. Instaurar regímenes realmente democráticos, que vean al pueblo como su mandante y no a manera de esclavo.

¿No es fácil? ¡Claro que no lo es!

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *