Y la viejecita, de canas muy blancas, se quedó muy sola, con cinco medallas, que por cinco héroes, la premio la patria“.Esa reveladora canción luego de una guerra francesa, lo dice todo, respecto a las mujeres.

En la historia de la humanidad han sido desde cuna en el vientre, lámparas votivas para velar el sueño de chicos y grandes, consoladoras de los afligidos, capaces de quitarse el pan de la boca para darle a los críos, tolerantes de los necios, víctimas de feminicidios y hasta madres solteras u olvidadas de los cónyuges.

No existe calificativo que cubra la generosidad de una mujer.

El recuento del ayer nos lleva a refrescar que la viuda de don Juan O”Donojú, último Virrey en la Nueva España y firmante de los Tratados de Córdoba, quien no pudo regresar a su patria en donde algunos radicales lo consideraba traidor, terminó sus días en una huardilla remendando ropa ajena para alimentarse.

Y la mujer de Iturbide, luego que lo fusilaron en Padilla, recibió de su consorte un reloj, el cinturón y sus zapatos; fue la herencia. Nunca le entregaron la pensión que diversos congresos le otorgaban en puntuales acuerdos. La miseria resultó su fiel y única compañera.

A través del ayer, que se pierde en la dimensión de los tiempos, se ha colocado a la mujer como ser inferior.

En la antigua Roma se decía que “la mujer del César no tan solo tiene que ser honesta, sino parecerlo”.

Ah, pero el dueño del trono, sí podía disfrutar la danza de los siete velos y deleitarse con las concubinas que le placiera.

Es más: hasta hace poco un grupo de musulmanas pudo asistir a partido de futbol, sin el tradicional velo sobre la cara.

Se ha tratado, en mucho y con frecuencia, al sexo femenino a manera de testimonio útil pero no integrado a la sociedad de manera plena.

En la época de Adolfo Ruiz Cortines se les concedió, -repito: se les concedió- a las mujeres mexicanas el derecho a votar y ser votadas.
Y para que no se nos olvide la trapacería, ruindad, mañas y bajeza de un partido político denominado PRI, refresquemos la memoria para avergonzarnos que a efecto de cubrir no la igualdad de género sino un porcentaje de las mujeres en las curules, varios sujetos crearon la fórmula de ir en campaña, ellos como suplentes y ellas a manera de titulares; ganada la curul los rufiancetes políticos les propinaron un esquinazo y se quedaron ellos con la titularidad. A las así sobajadas se les deniminó “juanitas”; ¿por qué?, nadie supo.

A los machistas, para quienes su héroe seguramente es Pedro Navajas, les causa escozor que hoy por hoy, las mujeres asuman el poder en muchos sitios: político, económico, social, cultural y profesional en todos los sentidos, hasta se llega a discutir si a una profesional se le puede decir la arquitecto o arquitecta.

Pero detengámonos un poquito para reflexionar, sin miedo a la autocrítica o autoflagelación, que en nuestra Iglesia, lo digo para los que seamos católicos, al celebrarse el Concilio Vaticano II, convocado por el Papa Juan XXIII, no hubo durante el mismo en tan importante evento, una voz de mujer, ni socióloga, teóloga, experta en Sagradas Escrituras que hiciera, si no en el cónclave, por lo menos a otros niveles, uso de mínimo razonamiento.

Media humanidad, reconozcámoslo con valentía y pesadumbre, no opinó por nada y para nada en evento tan relevante.

Se me va a decir, por algún vaticanista a ultranza, que los cardenales, arzobispos y obispos lo saben todo. Sí, como Sergio Méndez Arseo, mitrado en ese tiempo en la Arquidiócesis de Cuernavaca, que fue a decir disparates.

Hubo referencias a ellas dignas de encomio como cuando se dijo: “El Concilio no considera el trabajo de las mujeres tan sólo como un -mal necesario- sino que tanto el de los hombres como el de las mujeres tiene siempre un valor; con su trabajo desarrollan la obra del Creador”.

Si usted y yo pensamos que faltaron más y mayores directrices encaminadas a liberar y darle sitio plenamente humano a las mujeres, apoco estamos en lo cierto. 

¿Qué sería de buena parte de la humanidad sin la obra de ejemplares mujeres como la Madre Teresa de Calcuta, Rigoberta Menchú y con todos sus defectos la Princesa Diana?

En los orfanatos hay mujeres generalmente, igual en las casas de cuna y en asilos para ancianos; ellas son notables educadoras. Markids, A.C. cerró su kinder por la guerra de la burocracia educativa, no porque Martha Jáuregui, la directora; y sus hijas se hubieran cansado de alentar grandes cerebros y tenaces voluntades para la humanidad.

De allí salieron hoy artistas y profesionistas triunfadores. Carlos Ortega, mi nieto, hoy campeón nacional de ajedrez, de esa fuente bebió las primeras luces e impulsos. 

Michelle Obama fue la recia voluntad y la conciencia de su marido. Sin ella Barack no hubiera sido lo que fue.

Y ¿qué pero me le ponen a la doctora Angélica Maldonado, directora del nuevo Hospital General en León, quien con talento y mano firme impuso orden desde los barrenderos hasta la cúpula del antiguo nosocomio?

Aquí y ahora hay diputadas, senadoras, ministras de la Suprema Corte, juezas en buena proporción y avanza la conquista de la mujer en todos los ámbitos: empresarial, académico, gremial, sin el descuido de la célula familiar.

A estas alturas se impone una interrogante: ¿En ese afán de conquistar todos los espacios, hasta dónde llegarán las mujeres? 

Seguramente al infinito, o sea que no tendrán límites; su empoderamiento es dinámico, notable. Van con dos impulsos, el del conocimiento y la honradez.

Me van a decir, los detractores de la mujer, en este punto, que no olvide los barbarismos de Bárbara Botello. 

Es cierto que los cometió, en todos los niveles, hasta de ordenar que una regidora le pagara, de su dinero, los servicios a su cultora de belleza, lo cual fue grotesco y ridículo, pero ello ocurrió porque carecía de acicate y freno igual que fue ayuna de una conciencia política servicial acrisolada en el bien por el bien mismo.

Pero aún aceptando que la mujer empoderada a todo lo que dé, su capacidad está a prueba, creo firmente que debemos entender que una dama presidenta en el Consejo de SAPAL le propiciaría mayor rendimiento al organismo y cerraría los privilegios para los de adentro.

Una dama en el Consejo Coordinador Empresarial acabaría con el yoyismo y no resultaría la mano que mece la cuna para imponer hasta absurdos.

Al asumir mujeres a puestos claves disminuirán el protagonismo y juego de intereses, fluirá una colaboración lógica e institucional.

Esto nos lleva a entender que a la mujer en su actual marcha al empoderamiento, no habrá quién la detenga menos los necios que la consideran la reina del horar, por y para el hogar.

Los aires de la grandeza y la libertad plena llegaron a una sociedad que con ellas logrará mayor bienestar y una convivencia sostenible, progresiva y equilibrada.

Nota marginal: Con la propuesta del Presidente, si es que va en serio la rifa del avión, digo que si va en firme porque dada la reacción del pueblo pudiera darle la vuelta diciendo con un gesto muy bien estudiado: “¡Ah me la creyeron!”. Y salirse por la tangente; pero si insiste, va a ocurrir igual que la promoción en un circo. 

Al pagar el boleto de entrada se entregó un número para la rifa del elefante. Se llenó el circo, obviamente. Un niño resultó afortunado. Padre y pequeño no encontraban qué hacer. El propietario de la empresa dio una solución mágica: “Si quieres te lo cuidamos, lo alimentamos. Es tuyo y vienes a verlo cuando quieras“. Todos y principalmente el ejecutor de la maniobra, quedaron muy contentos. Tan tan.
 

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