En los años ochentas, cuando se reconoció por primera vez la presencia del VIH, el pánico cundió a nivel internacional. Esta nueva enfermedad atacaba y devastaba a personas, la mayoría jóvenes, que apenas meses antes parecían estar en buen estado de salud. Sin tratamiento y víctimas de las infecciones oportunistas, la mortalidad en estas personas superaba el 50% en el primer año de diagnóstico. La desinformación y el miedo consiguiente, ocasionó que los individuos con VIH fueran estigmatizados e incluso considerados como parias, sufriendo de manera constante discriminación en la escuela, el trabajo e incluso en el propio ambiente hospitalario.

La investigación durante años sobre esta enfermedad, permitió el desarrollo de medicamentos y tratamientos integrales que lograron la supresión de las cargas virales con la consiguiente reducción de la transmisibilidad, lo cual, sumado a la atención de padecimientos concomitantes, logró aumentar la esperanza de vida de los individuos infectados e incluso en países desarrollados esta esperanza y calidad de vida es casi idéntica a la de las personas no infectadas. 

Sin embargo, estos avances junto a su implementación y resultados, no son una realidad de presencia global. Aún hay regiones del planeta en las cuales el VIH sigue siendo un problema grave de salud pública, como son las regiones de África, en especial la Sub-Sahariana.

México tiene un panorama de alrededor de 250,000 personas infectadas, de las cuales más del 60% cuentan con terapia antirretroviral, lo que ha provocado que desde el 2010 las nuevas infecciones hayan decrecido en un 20% y las muertes relacionadas con VIH-SIDA lo hayan hecho también. Las políticas públicas de accesibilidad diagnóstica, además de la protección financiera para aseguramiento de acceso universal a tratamientos y medicamentos antirretrovirales, permitieron avanzar en esta materia.

Ahora bien, existen aún múltiples desafíos por resolver y para ello deben asegurarse los recursos de infraestructura, tecnología, recursos humanos y financieros, si es que en esta nueva década se quieren lograr avances sustanciales en la erradicación de esta enfermedad. 

La prevención es esencial y la identificación de grupos de riesgo en las cuales las infecciones han aumentado o re-emergido, es imprescindible para identificar las causas y se deben asegurar a estas poblaciones contenidos de educación sobre el VIH con mayor oportunidad.

El acceso a antirretrovirales es esencial. Las recomendaciones de iniciar esta terapéutica lo antes posible para prevenir complicaciones y muerte, debe lograrse con la identificación de casos de manera temprana y la garantía de acceso a medicamentos por mecanismos de aseguramiento de financiamiento y abasto.

La atención de las resistencias a los medicamentos no debe olvidarse y deben establecerse mecanismos para lograr un mejor apego a tratamiento, evitar la interrupción del otorgamiento de tratamientos por desabasto y mejorar las condiciones de atención integral a las personas infectadas, con acceso a médicos capacitados en la atención de estas enfermedades, en especial Infectólogos.

Las acciones de detección oportuna, la vinculación de los individuos con detección de VIH a los servicios de atención médica y los mecanismos de aseguramiento de abastecimiento, retención y adherencia terapéutica, son los grandes desafíos para esta nueva década que comienza.

Las decisiones hoy tomadas, tendrán repercusiones. Por ello es importante no olvidar que “Invertir en salud, es invertir en el futuro”.

Médico Patólogo Clínico, egresado de la Universidad de Guanajuato para la licenciatura en Medicina y Especialidad en el Centro Médico Nacional “La Raza” del IMSS por la Universidad Nacional Autónoma de México.

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