Porfirio Muñoz Ledo, pensador, actor en lo electoral, se subió, luego de muchos malabares políticos, al estribo de la llamada 4T (Cuarta Transformación), que acuñó Andrés Manuel López Obrador.

Creyó, el guanajuatense por sangre, que en el seno de ese movimiento podría ser otra vez elemento  principal. Y lo fue al dirigir, desde Morena, la Cámara de Diputados.

Astuto, audaz adivinaba no lo que se denominan señales y que siempre llegan del poder supremo, antes se decía “de Los Pinos”.
Hoy de otro ámbito.

Muñoz tomó un poco de vuelo y pretendió permanecer en ese sitial. La realidad lo apabulló mandándolo a reposar a su curul.

Creyó el actor que desde allí, en sus momentos lúcidos, podría proponer y hasta ser crítico.Se le olvidó, tal vez de momento, que en México todavía es una falta grave, muy penada sobre todo para quienes forman en las filas del oficialismo, ser contreras o sea pensar, reflexionar y accionar, en contra del criterio de quien tiene el cetro en la mano.

Por ese olvido, tal vez como descuido neuronal, Porfirio comenzó a mostrar, acorde con las leyes vigentes de México y los tratados internacionales, una incorformidad y hasta enojo por el maltrato a los migrantes y rechazó, abiertamente, la obediencia del régimen actual a los dictados del Mandatario Norteamericano, quien construye  en su frontera sureña un muro y negoció que la Guardia Nacional mexicana, le cuidara lo que ve (así lo han visto siempre), como su traspatio.

Muñoz Ledo pidió espacio para exponer su visión en la tribuna diputadil. Se lo negaron. Hizo una propuesta y fue turnada a comisiones de donde no saldrá jamás o si sale será lavada y planchada o sea que no contradiga el criterio presidencial.

O sea que la 4T, es eso: el imperio de un criterio, la visión de quien manda ahora. Es lo mismo, como lo fue en el pasado.

Si la señal ordena condecorar a los guerrilleros de tiempo no remoto. Que se haga. Si se indica sepultan dinero a millones en Texcoco, que se cumpla. Acabar con el Seguro Popular; que se le dé un final infeliz, con cargo a muchos enfermos.

O sea que la 4T se cifra en, como decía el marqués de Galvez, relacionado a los súbditos, “callar y obedecer”.

Que se eliminen los “puentes” escolares y laborales; se hará dándole una ajustada a la ley, decreto o mandato respectivo. Si eso afecta a muchos factores económicos, no importa; AMLO ya dijo que va y… ¡va!

Pero no nos espantemos ya que la democracia seguirá siendo, en nuestro País, una verdadera aspiración, reto cívico.

La teoría es una y en mucho hemos avanzado supuesto que los tres poderes de la Unión están vigentes; pero en gran tramo dominados o amenazados por el Ejecutivo.

Habrá quien diga que siempre ha sido así. En un sentido absoluto e histórico, es verdad.

No obstante habíamos o, para mejor decirlo, hemos ido avanzando con un Instituto Electoral fuerte, una Suprema Corte que a pesar de sus debilidades internas es sólida y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos con una nueva perspectiva de justicia.

Esos organismos el moderno Tlatuani maniobró y opera ya para controlarlos y lo puede hacer con el apoyo de un electorado que lo hizo ganar sin discusión y mayoritariamente. 

Hoy los principales órganos de poder y el encuestismo en urnas o a mano alzada le otorgan un “sí” para validar temas y reformas punzantes.
En este punto histórico vale la pena que los mexicanos nos preguntemos o inquiramos: ¿Qué es lo que el ahora el Presidente trata de configurar, una república de izquierda y qué tipo de izquierdismo, una nación socialista con cuáles fundamentos teóricos y filosóficos?

Hay una plantilla de marxistas de todos los tonos encumbrados, pero en ellos mismos no existe congruencia ni definición. Allí están, en diversos puntos claves pero nadando en el océano de las ocurrencias y siguiendo los dictados de “arriba”.

Debieran definirse para que el pueblo sabio y bueno se pronuncie y participe en la nueva estructuración del País, que sepa claramente hacia dónde lo pretenden encaminar o empujar, llevarlo por convencimiento o mediante un arrastre cimentado en el caudillaje.

Ya hubo una época, la del cardenismo, en la que desde el poder se impusieron reformas radicales en el campo, los sindicatos, la escolaridad y hasta en los símbolos patrios.

Nadie que tenga conocimientos, cierta edad y una memoria fresca se olvidará que en tiempos del “Tata”, (que es una de las transformaciones para AMLO), cardenista se combatió a quienes tremolaban el Lábaro Patrio.

Alzar la roji-negra, era lo ideal. A Trinidad Mata lo asesinaton en Puebla por organizar un homenaje a la Trigarante.

En Guanajuato las reservas agrarias, armadas por el gobierno de la época, masacraron en Santa Cruz de Juventido Rosas a una multitud que celebraba el Día de la Bandera Nacional.

El jefe de los matones fue ascendido y la justicia nunca llegó.

A 146 muertos sinarquistas jamás se les hizo justicia, aunque Cárdenas Presidente la ofreció, y menos se les pidió perdón. 

El cardenismo, en ese y muchos sentidos más, quedó a deber históricamente. En tal tiempo se empujaba la República al socialismo.

Hoy urge, conviene, se impone saber, lo que se pretende al poner en unas manos las estructuras del poder. ¿Se empuja la República a un autoritarismo para el presente?

Pero más que eso tienen que perfilarse los andamiajes del País, no para un sexenio, que es casi efímero, sino proyectados al futuro sin límites.

¿La República y la Democracia están hoy más que nunca a prueba o amenazadas? Los ciudadanos libres, observemos y actuemos.

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