León.- En 1586 el párroco de la villa de León, Alonso Espino, fue asesinado por una banda de chichimecas que azotaban a la ciudad. Ese mismo año se cumplían 10 años de la llegada de los fundadores y otros pobladores. 

Sin embargo, de los dos otros sacerdotes fundadores ya no quedaba ninguno. En 1580 el padre Juan de la Cuenca había muerto, y el maestro Cristobal de Soria se había establecido en propiedades cercanas a las minas de Xichú una vez complico su compromiso, por lo que la villa de León quedaba sin sacerdotes ni religiosos. 

En la zona no había nadie que administrara los sacramentos, lo que, en una población tan arraigada y conservadora, provocó temor y desconcierto. En algunos se generó pánico al saber que podían estar moribundos y que nadie aplicara los santos óleos. 

Pobladores comenzaron a migrar y el cabildo se reunió para tratar el grave problema, ya que la villa fue creada para contener la Nueva España de ataques chichimeca y de otros pueblos. 

El Ayuntamiento comisionó a Simón de Gallarza para ir a la sede episcopal vallisoletana, a la que pertenecía la parroquia de León. Y aunque el obispo de Michoacán había muerto recientemente, el enviado logró que se hicieran averiguaciones sobre el caso y se hicieran propuestas para salvar a los aterrados leoneses. 

Sin embargo, ningún sacerdote aceptó la titularidad de la parroquia, y fue entonces cuando el cabildo diocesano de Valladolid determinó que la orden franciscana quedara a cargo, así que cuando Gallarza regresó a la villa con la noticia, se determinaron espacios para que los religiosos llevaran a cabo la tarea en León. 

Fuente: León: cinco siglos… Contra viento y marea; Tomo I/Historia general (Coord. Mariano González Leal). Biblioteca Milenio de Historia. 2011

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