León.- En León podemos encontrar detalles, obras y arte únicos, así como trabajos y comidas, sin embargo, en el corazón de la ciudad hay un detalle que es característico y que pasa desapercibido por muchos de los leoneses y los visitantes.
Si uno se para frente a la Presidencia Municipal puede admirar edificios, pasajes y arcos del tiempo de la colonia, y si se voltea a la derecha, viendo rumbo a la catedral de la Virgen de la Luz, se podrá ver un paso que conecta el Jardín Principal con la plaza Fundadores, donde está la casa de la cultura y la famosa Fuente de los Leones.
Sin embargo, dos plazas contiguas son poco comunes en una ciudad española, uno puede viajar por varios estados y es probable que no encuentre situaciones similares. Aquí te contamos por qué nuestra ciudad tiene esa característica.
Las dos plazas
Luego de que en 1856 la ciudad se quedara sin sacerdotes y el miedo creciera entre sus habitantes, la orden franciscana fue enviada para que la villa no desapareciera, ya que mucho vecinos quisieron huir al verse desprotegidos de la iglesia.
La llegada de la orden significó dar nuevos espacios y una nueva distribución de los edificios del municipio, el Ayuntamiento decidió donar la parte poniente de la plaza principal y algunos solares anexos. Para la parroquia se destinó la que también era la parroquia del padre Espino, el templo que hoy se conoce como El Sagrario; un solar anexo también se utilizó como sede de la orden y como cementerio se destinó un espacio bastante amplio en lo que ahora se conoce como la plaza de los Fundadores, por tal razón se explica en la ciudad se encuentren dos plana contiguas, algo poco común en una ciudad española.
Además, los franciscanos recibieron un espacio para un monasterio, en un solar contiguo a la parroquia, y un poco más adelante, donde ahora se encuentra la Presidencia Municipal, edificaron una huerta que se extendía hasta una parte del Portal Padilla y hasta la calle Belisario Domínguez.
La edificación del monasterio inició a finales de 1588 o a principios de 1589, tenía un gran frontón, arcadas, un patio saudoso con reminiscencias medievales, así como unos claustros como los de Acolman, Yuriria o Acámbaro. Sin embargo, en 1955 el solar fue vendido a una compañía norteamericana que, a puerta cerrada, tiró varias partes del antiguo edificio.
La llegada de los franciscanos modificó también los trazos en la ciudad, ya que fue necesario comunicar la parroquia con la ermita Nuestra Señora de la Soledad, por lo que se abrió una calle que en ese tiempo se llamaba la Luna Hermosa y ahora es conocida como Josefa Ortiz de Domínguez.
Fuente: León: cinco siglos… Contra viento y marea; Tomo I/Historia general (Coord. Mariano González Leal). Biblioteca Milenio de Historia. 2011