En unos meses más se graduaría de la prepa en la que estuvo tres años. Con gran ilusión compró su toga y birrete para la ceremonia final. Así también fue pagando los abonos del viaje escolar, ¡su gran viaje de graduación! Emocionada, imaginaba la convivencia con sus amigas y la gran experiencia que viviría.
Por desgracia la situación cambió porque la chica ya no pudo soportar el acoso de un compañero que se había dedicado a hacerle la vida imposible. Si tenía que pasar al frente del salón a hacer una exposición el acosador la descalificaba con feas palabras delante de las y los compañeros ante el silencio de la maestra.
Al querer entrar al salón de clase el chico la bloqueaba y en ocasiones la golpeaba con el hombro impidiendo que pasara. Lo que ya no pudo tolerarse es cuando subió una foto a sus redes sociales etiquetándola y con las frases
la castrosa del salón respira”,
pinche vieja, algún día la voy a matar”.
La chica se sintió más vulnerable que nunca y sintió miedo. Se armó de valor y contó a sus papás el acoso que estaba viviendo.
Los padres, asustados de esa amenaza, buscaron auxilio en la Coordinación Transversal para la Convivencia y Cultura de la Paz de la Secretaría de Educación de Guanajuato.
El centro de atención “aprender a convivir” de esta dependencia realizó las investigaciones pertinentes determinando el presente caso por el organismo escolar como violencia psicoemocional y cibernética, por lo cual informó de las acciones que la dirección debía implementar de acuerdo a los protocolos del Reglamento Escolar de Guanajuato.
Entre las medidas preventivas se especificaba que los alumnos involucrados no estuvieran cercanos uno del otro y establecer un maestro sombra para la alumna para salvaguardar su integridad física y emocional.
Cuando la chica se presentó al aula estaba ajena a las medidas preventivas que se habían tomado. La maestra le indicó que moviera su banca a otro lado y ella, extrañada, preguntó la razón.
La respuesta que le dieron fue que ella sabía lo que había hecho. Asustada, la estudiante obedeció. Cuando pidió permiso para ir al baño le dijeron que las instrucciones eran de no dejarla salir del salón.
La chica se sintió intimidada y ridiculizada en el salón y esperaba con angustia que ya fuera la hora para que su mamá la recogiera de la escuela. Con gran impotencia le dijo a su madre que por eso ella había callado durante año y medio el maltrato y vejaciones que este compañero le hacía. Porque tenía miedo de las represalias, ya que él estaba muy apoyado por la escuela por ser jefe de grupo, presidente de la mesa estudiantil y presidente del MUN.
La situación empeoró, ya que al parecer el acosador intimidó y manipuló a las y los compañeros para que nadie le dirigiera la palabra a la chica. El entorno era hostil e insostenible. La chica tenía excelentes calificaciones y buena conducta.
La tutora, quien días antes le había expedido una carta mencionando que era respetuosa, solidaria y con gran desempeño académico para asistir a un camping de labor social en Alemania, no estaba conforme con la denuncia que la víctima había hecho y se mostraba distante y enfadada.
Ante tal circunstancia los papás contactaron al director de la escuela donde había estudiado su primaria y secundaria, quien entendió perfecto el sufrimiento de la chica y la acogió con gusto en su plantel.
Es triste que una chica se atreva a alzar la voz sobre un maltrato y acabe revictimizada y, peor aún, que el victimario se pasee impunemente presumiendo que es intocable. ¿Qué mensaje se está enviando? Esta muchachita difícilmente volverá a hacer una denuncia y aprenderá a aguantar vejaciones y a callar.
El victimario será ejemplo para muchos que admiran equivocadamente su prepotencia e impunidad. Y la decepción que causa el personal docente de esta preparatoria de la colonia Panorama responsable de permanecer insensible y poco profesional en el citado caso, es inmensa.