Nos decían en la escuela primaria que los seres vivos nacemos, nos reproducimos y morimos. Pero los seres humanos tenemos una dimensión trascendente que nos evita morir, que nos hace dejar huella y que es más que la simple razón o la conciencia de los hechos.
Por eso, si la Cuaresma son días para recordar nuestra condición de seres limitados y pecadores, la Semana Santa en la historia nos puede ayudar también a afirmar que después de la muerte siempre hay vida.
Solo que ahora, la sola idea de estar contagiados ha alborotado al gallinero nacional, pues a nadie la gusta el riesgo de estar enfermo.
En contraste con la calma y ecuanimidad de nuestro Presidente AMLO, las clases medias y altas, -las más informadas y que más podemos cuidarnos (y a nuestro amado patrimonio)-, andamos acalambradas con lo que vemos y oímos del entorno.
También numerosas empresas privadas tomaron medidas preventivas para reducir el riesgo en actividades masivas. Pero con el paso de las horas, nos vamos adentrando algunos más, otros menos, en el pánico que han provocado las pandemias en la historia de la humanidad.
Ayer sábado vimos en nuestro León: compras de pánico; provisión de víveres y confirmación del pago oportuno de Netflix, para preparar lo que pudiera ser un periodo de vacaciones forzadas cuando incluso el Rally fue suspendido y nuestra Fiera jugó con estadio vacío.
Así que no habrá Semana Santa en Puerto Vallarta o viajes de compras al extranjero. Las camionetotas apenas fueron suficientes para las compras de urgencia. Todo, para canalizar la angustia de estar en una etapa nueva, desconocida, que parece un forzoso Miércoles de Ceniza para todos.
El coronavirus llega en mal momento. La interrupción de clases y de eventos masivos se suma a la recesión a la que nos llevó nuestro Gobierno federal. Estamos mal y de malas.
La suspensión de actividades, el miedo, hace estragos en las economías. Cuando más requeríamos confianza a la inversión y el consumo, nos cae el miedo por el contagio del virus.
Aquí convendría pensar en cómo enfrentan la contingencia las mayorías pobres, el 55% de los mexicanos. Serán millones de paisanos que no tendrán ingresos en las semanas que dure la contingencia del coronavirus.
El Producto Interno Bruto (PIB) se contraerá seguramente más. Independientemente de que el Presidente AMLO culpará al coronavirus y no a su política económica, será el sector productivo el que caerá en ventas y, por tanto, en pago de impuestos.
Las obras seguirán detenidas, la venta de vehículos nuevos también, los clientes pospondrán pedidos. Por eso la importancia de activar pronto, el consumo, la confianza.
El 30% de los mexicanos no cuentan con seguridad social y sus ingresos dependen -en la informalidad-, del fruto de su trabajo.
Recordemos que el sistema de seguridad social no llega al 68% de los mexicanos y la desaparición del Seguro Popular aumentó esta proporción.
Así, albañiles, obreros, trabajadores por destajo, trabajadoras domésticas, tendrán que seguir laborando para poder sobrevivir en estos tiempos de contingencia.
Ya hay millones de mexicanos que resienten la recesión que provocó el Gobierno federal. Con pocas ventas, las cadenas productivas no funcionan; sin confianza, la inversión extranjera se detiene.
En la contingencia, tendremos que cambiar nuestras prácticas sanitarias, nuestros hábitos comunitarios y de consumo, para reducir los contagios.
Será oportunidad de probar el uso de la tecnología para comunicarnos, de valorar el estar en casa, de trabajar desde la oficina, y para los gobiernos, de aprender a sumar a todos hacia una misma visión de País, donde quepamos todos.
Toca generar confianza en nuestro alrededor y contagiarnos, pero de esperanza. Nuestro país ha pasado por numerosas crisis en la historia reciente. Tendremos que salir de la recesión. Exigir que nos gobierne bien el Presidente AMLO y active la economía.
No basta atacar a corrupción, se tiene que mover la economía. De poco sirve seguir dando apoyos sociales a los más pobres, si no logramos productividad. Son tiempos en que nuestro líder tiene que unir y no dividir.
Ante la crisis financiera por falta de flujo y agotamiento de las reservas y reducción de los ingresos petroleros y la devaluación del peso, toca que el Presidente AMLO muestre su tamaño de estadista y convoque por fin, a la concordia.
*Director de la Universidad Meridiano, AC