La situación de posible contagio que nos obliga a quedarnos en casa hay que verla de la mejor manera posible, y si se puede hasta disfrutarla.

Yo como el dicho, me levanto y me desocupo. En realidad digo esto porque no salgo corriendo como todas las mañanas a hacer ejercicio y luego seguir la carrera con distintas actividades que no me permiten parar.

Ahora no pongo el despertador, es mi reloj biológico quien dicta la hora de despertar. Desayuno con calma viendo la naturaleza a mi derredor y me asombro de su belleza.

Hoy descubrí a dos visitantes que posaron sobre una rama haciéndome compañía con su canto; un petirrojo y un amarillito. Vi el sol elevarse entre las montañas y sentí la brisa matutina. Veo florecer las plantas de mis macetas que obedeciendo la llegada de la primavera continúan su ritmo natural.  

     Tomo mi celular y me pongo al día. ¿Cómo amanecieron mis familiares, mis amigos y conocidos? Y según los grupos recibo videos que causan pánico, otros envían información interesante e importante y unos más te surten de chistes relacionados con el confinamiento y proporcionan alternativas de distracción.

De verdad que los mexicanos tienen un gran ingenio y algunos “memes” son realmente graciosos. También están grupos espirituales y católicos que invitan a cadenas de oración para pedirle a Dios que termine la pandemia.

     Con un cafecito voy leyendo las noticias de este periódico y me detengo más rato en las editoriales que me parecen muy enriquecedoras ya que ofrecen distintas visiones del acontecer nacional y mundial.

En esta ocasión leí la página de deportes que por lo general sólo veo encabezados y me sorprendió enterarme de tantos atletas infectados de coronavirus.

     Después de un baño y ya lista para continuar el día y sin aburrirles con cuestiones domésticas sabidas y necesarias, me veo en la disyuntiva de arreglar miles de papeles en mi estudio, cosas de mi closet o de plano relajarme y leer un libro, o visitar un museo virtualmente.

Para evitarme conflictos hago un poco de todo. Después de una agradable comida sin prisas que permiten alargar la sobremesa, toca ver una buena película. Netflix ha sido una gran ayuda.

Un rato de plática en la tarde, un poco de internet para investigar, estudiar, escribir& este espacio puede alargarse por horas. Cuando me doy cuenta ya es hora de los noticieros y luego a dormir, no sin antes agradecer el día.

     Me impactó el mensaje de una abuela sobreviviente del Holocausto que dijo: Yo estuve 3 años escondida en un pozo bajo tierra para que no me mataran y 2 años en el gueto. Sin bañarme y casi sin comida. ¿La gente no puede aguantar unas semanas en sus casas?”.

Recordemos a Ana Frank que vivió en un ático encerrada con su familia y otras personas, y se entretuvo escribiendo su famoso Diario. Y así miles de historias heroicas que podrían servirnos de inspiración y ejemplo en lugar de pensar en el aburrimiento y la ansiedad de hacer vida social.

      Hay que ponernos creativos e inventar actividades en casa. El fin de semana aproveché tener una reunión virtual con mis hijos que están fuera y también están quedándose en sus casas debido a la pandemia. Pusimos hora para conectarnos y disfrutar un tiempo todos en familia.

Mis hijos que como jóvenes están actualizados en la tecnología discurrieron que bajáramos una aplicación que se llama “Houseparty”, en la cual se concentran en la pantalla del celular todas las caras de los participantes y te organiza juegos de trivia y de adivinar dibujos. Estuvo muy entretenido y nos disfrutamos mucho en la distancia. No sé cuánto más tiempo será necesario el aislamiento pero es cuestión de llevarlo con paciencia y esperanza día a día.

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