Cuando lean estas letras queridos compañeros sufrientes por la pandemia y la recesión, sabremos de qué está hecho el Presidente AMLO al conocerse el mensaje que dará a la Nación hoy domingo de Ramos.
Nosotros como sociedad tenemos estos datos: estamos en recesión económica desde el año pasado al caer el PIB 0.1%; el Gobierno Federal ha debido usar las reservas construidas en los gobiernos neoliberales para contingencias y para bajas en el precio del petróleo; los ingresos tributarios cayeron por la misma recesión y el gobierno, además, los subejerce.
Perdimos millonadas en la inyección de recursos a Pemex y las calificadoras internacionales evalúan al País en condición de riesgo; el sistema de salud, por la reducción de inversión refleja enormes carencias y estamos en la peor crisis de inseguridad.
Lo peor: el País está dividido y los niveles de aprobación del Presidente AMLO caen rápidamente.
Este discurso de domingo es, en mi opinión, el más importante de su sexenio, pues las crisis son las que prueban a los pueblos y a sus líderes.
En el análisis que se hacen de sus “conferencias mañaneras” consultorías como Spin, han encontrado que las palabras más frecuentes que usa AMLO, son “neoliberales”, “conservadores”, “adversarios” y que las que nunca ha mencionado son “aliados”, “concordia”, “unión”.
Por eso imposible pensar en que diga “feminicidios”, “crisis”, “recesión”. Le gusta hablar y se siente cómodo descalificando y echando culpas al pasado.
Imposible pensar en que exprese: “Crecimiento económico”, “productividad”, “inversión”. Por eso, considero que hay dos escenarios del discurso.
El primero, el de AMLO como el estadista que se dirige a todos los mexicanos en un discurso de tipo económico. Que reconoce lo que falta por hacer (incluso reconociendo errores) y que convoca a estar unidos para hacer crecer la economía.
Sería una convocatoria a los sectores social y productivo para reactivar la economía y salir de la recesión.
Propone una alianza con los gobernadores para estar en la misma estrategia sanitaria para enfrentar la pandemia.
Plantea que las microempresas son el motor de la economía y anuncia un plan para financiarlas ante la recesión.
Reconoce que el Banco de México y la Secretaría de Hacienda son realistas en el escenario de planeación 2020-2021.
Su tono es conciliador, lee mensaje y evita entrar en improvisaciones en el discurso para dejar de lado la invitación al odio.
Se dirige sin triunfalismos, a quienes generan riqueza para invitarles a que tengan confianza en el País y reinviertan.
El segundo escenario es el inercial. El Presidente AMLO en un discurso político, no reconoce errores, sino que desafía a sus adversarios al anunciar que seguirá con sus reformas y proyectos a pesar de ellos.
Les escupe culpas, les advierte de la fuerza de su movimiento y se atrinchera en las mayorías pobres para plantear que son los conservadores quienes han provocado la crisis.
Aquí, confirma recursos públicos para ayudar a las mayorías y a los más pequeños productores del campo y la ciudad.
Dirá sonriendo burlonamente, que ha tomado recursos de las arcas nacionales contenidos en los fideicomisos porque son resultado de la corrupción.
No menciona los criterios económicos planteados por la Secretaría de Hacienda. El Presidente ya no se dirige a todos; habla para sus bases electorales, los que han recibido los beneficios de su política social.
Basado en su decir y en actuar, y aún frente a la principal crisis de la era moderna del País, es de esperar que se presente el segundo escenario. Me baso en conocer sus 20 años como activista social y el año y medio en el poder.
Tiene meses repartiendo descalificaciones a sus adversarios, a medios de comunicación y a empresarios. Por eso, afirmo con tristeza, que seguramente hoy volverá a hacerlo.
Me encantaría equivocarme y escuchar por primera vez un discurso leído, razonado y consensado con su equipo de trabajo en donde invite a la concordia y a un pacto de unidad nacional.
Como muchos, veo la caída de la credibilidad y la aceptación en el Presidente. Me duele, por haber sido por años, un defensor de su causa y hoy me encuentro decepcionado.
El que pudo haber pasado a la historia con su enorme bono democrático, nos metió a la recesión económica y por eso, las clases medias, los empresarios y los universitarios le están cobrando sus decisiones.
Escucho a los jóvenes; veo a la economía quebrada; constato en las calles con la voz de la gente, las precariedades por la crisis.
Seguramente usted querido lector, escucha también y ve a al pueblo sufrir, con empresas cerradas y la incertidumbre abierta sobre el futuro.
Cantidad de personas me preguntan “¿qué podemos hacer?” cuando el Presidente AMLO plantea que la pandemia del coronavirus nos “cayó como anillo al dedo”, en un exceso y falta de respeto para los millones que sufren por la pandemia, les digo que nosotros como nunca, no olvidaremos esa afirmación que nunca debió salir de su boca.
Por eso, creo que es poco probable que cambie su discurso de hoy para unir, este Domingo de Ramos, al País.
De lo que estoy seguro, es de trabajar, con, sin o a pesar del gobierno, y mirar más allá de este Calvario que inicia el Domingo de Ramos e imaginar que más allá hay posibilidad de llegar hacia un mejor futuro.