Celaya.- Como una mujer polifacética y fuera de serie, se distinguió Velia Álvarez Rodríguez, a quien la vida le obsequió 90 maravillosos años que supo vivir plenamente.
Una historia de vida singular fue la que tejió desde temprana edad, a la que supo darle un buen sazón y escribir con amor, y sin dejar, pese a los momentos difíciles, de ver con gran optimismo.
En su memoria y para el recuerdo sus seres queridos, recordamos su vida, y esos pasajes que la hicieron única.
Niña amada
Nació un 12 marzo de 1930, a los pies del cerro de Culiacán, lo que contaba orgullosa, y apenas con tres meses de vida fue traída a Celaya, al rancho de sus abuelos, donde viviría una memorable infancia que transcurrió rodeada del amor de sus padres Rafael Álvarez y Rafaela Rodríguez, y la protección de sus hermanos, única mujer entre 6 varones. Consentida, mimada, protegida, simplemente feliz.
Dorada juventud
Una soltera cotizada, así vivió su juventud; hábil taquimecanógrafa, entrañable entre sus amistades, siempre pretendida por los jóvenes de la sociedad celayense, y no era de extrañarse pues se distinguía por ser una joven muy atractiva, de estatura notable (1.72m), bien vestida, elegante y afable. Muchos pretendientes, pero ninguno supo conquistarla. No era tarea fácil, su corazón sólo aceptaría a alguien muy especial, además que, siempre protegida por sus hermanos, era costumbre que ellos literalmente “le espantaran los galanes”.
Romance de novela
Fue por medio de cartas, muchas cartas, que conoció a ese hombre especial, con quien comenzó una amistad que poco a poco se convirtió en un sólido amor; amor que la impulsó a romper fronteras.
Una publicación de “Argus Augusto” atrapó su atención y curiosidad en una revista de Guitarra Fácil, detrás de ese seudónimo (que del latín, significa águila imperial), estaba la pluma y estilo literario de Felipe Hontoria, con quien comenzó a intercambiar correspondencia en 1960. Tres años después (y un costal repleto de cartas), transcurrió su historia de amor.
Las costumbres de su época no la limitaron, ni la diferencia de su extracto social o económico, ni los miles de kilómetros que los separaban, pues él radicaba en Brasil. Determinada y enamorada se casó por “Poderes”; un documento y una foto la unieron al amor de su vida.
Firme en sus decisiones, algo que siempre la caracterizó, se decidió a cruzar fronteras e ir a su encuentro, pues ante la imposibilidad en ese entonces, de que él viajara a México, fue ella quien tomó un vuelo: el primer destino Cancún, para de ahí abordar rumbo a Brasil. Allá comenzaron una vida juntos, luchando codo a codo y corazón con corazón, venciendo cada obstáculo que se presentaba en su camino, fortaleciendo así ese cariño mutuo que se forjó, primero con apasionadas cartas, y luego, gracias a la valentía y tenacidad de Velia, en un amor en carne propia.
Regreso a casa
Pero el inicio de su vida de casada no fue fácil; estar en otro país, comenzar de cero, en un escenario muy distinto al que había estado acostumbrada, hizo que su vida diera un giro de 180 grados. No se rindió, junto a su esposo comenzó una nueva historia, un patrimonio, una familia.
Aunque la añoranza del amor paterno, la lejanía de la tierra que la vio nacer, el cariño de la familia donde creció, siempre estaban presentes; un sentimiento que se hizo muy doloroso al enterarse de un lamentable suceso, la repentina muerte de su padre a causa de un infarto.
Al ver la profunda tristeza que embargaba a su esposa ante la pérdida de su padre, Felipe decidió que era momento de traerla al encuentro con su gente, y aquí en Celaya comenzaron de nuevo. Fruto de su amor procrearon dos hijos, Velia y Felipe, niños amados que siempre contaron con el cariño y atención de sus padres. Velia fue para ellos una madre sin igual, lo que hizo de su infancia una época por demás dichosa.
Una gran pérdida
Desde siempre hizo notar su valía, carácter y fortaleza, con su marido supo ser una gran compañera y juntos comenzaron un patrimonio, debutaron en los negocios con una fábrica de alambre y una laminadora, lo que vislumbraba en un prometedor futuro.
Pero al pasar los años otro trago amargo le esperaba. Su esposo enfermó de cáncer y con apenas trece años de matrimonio, la vida le fue arrebatada por la enfermedad.
Ahora más que nunca, y con sus hijos apenas adolescentes, dio muestra de qué estaba hecha; su Fe Católica fue siempre gran fortaleza, logró salir adelante y ser ejemplo e inspiración para Felipe y Velia.
Resiliente
Venía de una familia de charros “Los Álvarez”, hombres de trabajo y fortaleza, y de mujeres echadas pa”delante, familia legendaria de “Las Rodríguez”; así que enfocada al trabajo y a sus hijos, y a pesar que su habilidad no estaba en los negocios, sacó avante el patrimonio de sus hijos, afianzándose como una mujer de negocios en un difícil mundo de hombres.
Generosa
Aun con el trabajo de la fábrica a cuestas, y su labor en el rancho, se daba tiempo para dar de sí, visitando comunidades cercanas para catequizar niños y enseñar a las mujeres a cocinar, algo que se le daba con gran maestría; quienes probaron su sazón recordarán sus ricas paellas, la tortilla española, los callos a la madrileña, el bacalao y el mole verde, así como las deliciosas roscas, conchas y pan de levadura, que gustaba hornear.
Benefactora en diversas causas sociales, entre ellas la Casa Hogar y el Voluntariado Vicentino; apoyaba económicamente a la formación de muchos sacerdotes, en Oaxaca principalmente. Fue también bienhechora en la construcción del Templo del Sagrado Corazón en Jardines.
Apasionada
Además de cocinar, gustaba de tejer y leer, pero tenía una gran pasión, tocar la guitarra y cantar, lo que hacía con el alma. Fue la guitarra una gran compañera de vida, y sólo una osteoartritis muy severa la pudo separar de ella.
Pero aun delicada de salud, mermada por un aneurisma, su ánimo nunca decayó y menos aún su gusto por verse guapa y bien arreglada.
Amor incondicional
Para sus hijos siempre tuvo lo mejor, su amor incondicional la llevó a ser además de madre, amiga, hermana y confidente.
“Es y será siempre mi inspiración”, confiesa su hija Velia.
Era una persona con tanto amor, generosa; una mujer brava, pero dentro de su corazón no había más que miel”, dice su hijo Felipe, quien le reconoce como legado su coraje, esfuerzo, trabajo, el ser grato y siempre tener amor para todos.
Su hija Velia, por su parte atesora su integridad y su valor. “Como ella me decía, lo que hagas, el mismo trabajo te da hacerlo bien que hacerlo mal”, recuerda en las palabras de su madre, y asegura, “Siempre he tratado y seguiré tratando toda mi vida de estar a la altura de ella”.